México del Norte
Por Jorge Mújica Murias
Comenzó hace más de 100 años, como un documento para certificar que un mexicano vivía en otro lado en vez de vivir en México. Durante más de un siglo no sirvió para nada más. Y ahora, al menos en Carolina del Norte, parece que tampoco servirá para nada más.
La Matrícula Consular mexicana tuvo una época de oro después del famoso 11 de septiembre de 2001. Se convirtió en el recurso favorito de miles primero, cientos de miles después, y a la fecha la tienen unos cuatro o cinco millones de paisanos que no tenían otros documentos ni para probar que se llamaban Juan Pérez o que eran mexicanos.
Hasta por ahí del 2004 se daba casi casi de buena fe, basada en un acta de nacimiento o Fé de Bautizo, o en una “carta de conocimiento”, papelito que los presidentes municipales le pueden dar a cualquier compa del rancho de al lado. Su mejor uso fue para abrir cuentas de banco, acompañada del ITIN, número fiscal que los gringos le dan a los inmigrantes indocumentados con tal que paguen impuestos.
Luego la cosa se comenzó a complicar. Gringos como Lou Dobbs y otros anti inmigrantes comenzaron a atacar la Matrícula como un documento que “legalizaba a los mexicanos en Estados Unidos” y que se falsificaba fácilmente, y el gobierno mexicano se puso las pilas. La promovió, habló con bancos y funcionarios y finalmente sacó la Matrícula de Alta Seguridad, con 13 candados de seguridad y alabada por la Secretaría de Estado de Estados Unidos.
Del lado mexicano le iba peor a la Matrícula. Ni quien la pelara hasta noviembre de 2004, que fue formalmente incorporada al Artículo 3 de la Ley de Nacionalidad, como “documento probatorio de la nacionalidad”.
En general, las Matrículas (mexicanas, gringas, guatemaltecas y de donde sean), están reconocidas y avaladas por la Convención de Viena Sobre Relaciones Consulares.
“No Vale Ni El Papel En Que Se Imprime…”
Todo lo anterior le vale sombrilla al Republicano Mike Hager, de Rutherford, Carolina del Norte, impulsor de una ley que desconoce la Matrícula y “todo documento consular o de una embajada” en el estado, para “verificar identidad o residencia”. Según él, su ley es “muy simple”, y dedicada a atacar las identificaciones que son “conocidas por ser distribuidas a ilegales”.
“La Matrícula Consular”, dice su colega George Cleveland, “No vale ni el papel o plástico en que se imprime”, y es solamente un documento “desarrollado por el gobierno mexicano” para “legalizar a sus ciudadanos que viven al norte de la frontera”.
Un efecto inmediato, si la ley se aprueba, es que los padres no podrán recoger a sus hijos en las escuelas, por disposiciones locales que obligan a presentar una identificación al recoger a un chavo. Hager dice que “no debemos permitirle a los maestros dejar ir a un niño con alguien que pueden conocer o no y que tiene un documento potencialmente falso”.
Algunos Demócratas defendieron la Matrícula, como Diane Parfitt, de Cumberland, quien dijo que hizo una búsqueda en Internet de “Matrícula Consular Falsa” y obtuvo 13 mil resultados, pero cuando buscó “Identificaciones falsas de Carolina del Norte” obtuvo más de 700 mil resultados. Es obvio, porque es sabido y conocido que en todo Estados Unidos la mayor parte de documentos falsos son los que usan los estudiantes menores de edad para comprar alcohol o para entrar a las discotecas.
La ley, también obviamente, no resolverá mucho, y a mí me parece que incluso viola los acuerdos internacionales sobre documentos de identificación. Por irse contra la Matrícula mexicana, desconoce hasta los pasaportes. Me pregunto qué dirá un turista alemán cuando quiera rentar un coche en Carolina y le desconozcan su pasaporte.
Por otra parte, Hager y sus colegas tienen algo de razón. La mera verdad es que las Matrículas no son una “identificación”, sino solamente la “prueba” o “recibo” que se le expide a una persona para hacer constar que está registrado en las lista de su consulado como nacional que reside en el extranjero. Reconocerlas como identificación es opcional, igual que se reconoce una licencia de manejo para cambiar cheques en el banco.
Pero la verdad ni debían preocuparse. El peor enemigo de la Matrícula es la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Pese a que han convertido los Consulados en supermercados de documentos, su afán de servirle a los paranoicos gringos como Hager y Cleveland le impide a la mayoría de los mexicanos sin papeles sacar una Matrícula. Hay que presentar prueba de nacionalidad, prueba de identidad y prueba de residencia, en caso de menores de edad, permisos hasta del padrino y hasta las vacunas, y nunca sobra llevar la copia verde del papelito azul, por si las dudas.
Pa’ mí que Relaciones Exteriores debía demandar a Carolina del Norte si aprueba su ley, y debía darle matrícula hasta a los salvadoreños, nomás por joder…
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