LA COLUMNA VERTEBRAL
El Soporte Informativo Para Millones de Hispanos
Por Luisa Fernanda Montero
Aunque el consumo de grasas trans en Estados Unidos ha venido disminuyendo gracias a las medidas tomadas por el gobierno en los últimos años, hace poco sorprendió el anuncio de la Agencia de Drogas y Alimentos – FDA – de que las grasas trans ya no estarán más en la lista de alimentos seguros.
Eso quiere decir que los alimentos que contienen dichas grasas serán erradicados del mercado lo que beneficiará a muchos comensales distraídos que sin saberlo ponen en peligro cotidianamente su salud.
De acuerdo con la FDA la reducción en la ingesta de gasas trans tiene el potencial de prevenir miles de ataques al corazón y muchas muertes al año. Generalmente cuando leemos, vemos o escuchamos este tipo de estadísticas las asociamos con un concepto abstracto del que solemos excluirnos. En otras palabras pensamos, o sentimos que eso no nos toca o no nos pasa a nosotros.
La mala noticia es que si nos toca. Hacemos parte de esas estadísticas y si no actuamos o tomamos conciencia de ciertas amenazas, podemos enfermarnos y morir.
Pero volvamos a las grasas trans. Ya sabemos todos que son nefastas para la salud, pero, ¿de dónde salieron?
En 1890 el nobel de química Paul Sabatier desarrolló la química de hidrogenación de vapores y a partir de ahí, años después, en 1901 Wilhelm Normann patentó el proceso para convertir aceites líquidos en mantecas sólidas.
Así fue que, enterado de la importancia de las grasas endurecidas en términos alimentarios para el mundo del siglo XX, Normann construyó la primera planta productora en Warrington, Inglaterra, poco después Procter& Gamble se haría con los derechos de la patente en Estados Unidos y daría inicio al gran mercado de las grasas trans. Estas grasas reemplazaban las grasas animales, de uso hasta entonces, que resultaban costosas y por lo tanto poco rentables a nivel industrial.
Entonces, ¿qué son? Son sustancias químicas que hacen que ciertos alimentos creados de manera artificial sean más durables y tengan buen sabor. Están en las margarinas en barra, en papas, pizzas y pasteles congelados, en productos de panadería y pastelería industrial, en algunos alimentos procesados, como postres y palomitas de maíz para microondas, en los sustitutos de crema para el café y en ggalletas saladas y dulces.
Ya en los años 70 se a hablaba de que las grasas trans podrían aumentar el riesgo de enfermedades de las arterias y el corazón, pero no fue hasta 1988 que un artículo del New England Journal of Medicine publicó un estudio que demostraba que estas grasas taponaban las arterias mucho más fácilmente que cualquier otra grasa.
En 1994 las autoridades de salud estadounidenses las relacionaron con 30.000 muertes al año, basadas en la evidencia de que afectaban no solo las arterias y el corazón, sino también el cerebro, el hígado y la piel. Desde entonces se vincula a las dichosas grasas con procesos inflamatorios en todo el cuerpo y distintas disfunciones celulares a nivel molecular.
Y es que solo en Estados Unidos estas grasas causan cerca de 20.000 infartos y 10.000 eventos cerebrales y renales cada año. Por eso se recibe con gratitud la decisión de la FDA de eliminar su circulación.
Recuerde, las grasas trans no ofrecen ningún beneficio para la salud y no existe un nivel de consumo que sea seguro.
Revise la etiqueta y verifique que los alimentos que escoge estén libres de este tipo de grasas. Su corazón se lo agradecerá.