Defendiendo el Sueño Americano

Comentario:
Por Sergio Garcia
New America Media

Aun no tenía ni once años cuando soñé en un día convertirme en abogado. Ese sueño me ha traído mucha satisfacción pero también me ha causado dolor. A esa edad, la edad de la inocencia, presencie los horrores que causa la injusticia.

Mire gente inocente siendo encarcelada que no tenia los recursos para comprar su libertad. Al ver esa injusticia yo pensaba que la justicia nunca debería depender de la habilidad de la persona para comprar la justicia, se debería de aplicar igualmente a todos.

La gente a menudo dice que soñar no cuesta nada y me alegra que así sea, de lo contrario nunca hubiera podido soñar tan alto. En 1987 yo vivía en México con mi madre y mis 4 hermanos menores. Muchas veces no teníamos dinero ni para comer, mucho menos para ropa o zapatos nuevos. Recuerdo que muchas veces fui a la escuela con hambre, con hambre y pena por mis zapatos rotos y viejos. Con toda esta pobreza pensarían que tuve una infancia muy triste pero no es así, pronto entendí que el dinero no lo es todo en este mundo y que el dinero no compra la felicidad.

Es difícil creer que ya han pasado 26 años desde que nació mi sueño. Ya no sufre por comida ni zapatos, he crecido aunque mis problemas también lo han hecho. Con mucho trabajo y sacrificio no solo mío sino de todos los que me rodean he logrado realizar mi sueño y terminar mi educación como abogado. Lamentablemente, dado mi falta de estatus legal en este país se me ha negado la oportunidad de tomar el último paso hacia mi sueño. Permítame explicar, mi padre es un ciudadano norteamericano y el aplico para que yo pueda tener mi residencia legal en este país, tristemente después de 19 años aun no he recibido mi tarjeta verde.

No tener esa simple tarjeta verde me ha causado muchísimos problemas, he tenido que pelear por mi derecho para poder defender a los demás. Apenas la semana pasada, el 4 de Septiembre del 2013 logre llegar a la corte más alta del estado de California. Para muchos llegar ahí seria una gran victoria en sus carreras pero no para mí. Yo solo estaba ahí para pelear mi propio caso pero dado la falta de tiempo no pude decir ni una palabra. Deje que los adultos argumentaran mi caso, mi abogado, el abogado de la barra estatal de California he inclusive el abogado de nuestra fiscal general me representaron.

Ellos pelearon valientemente, lamentablemente uno solo puede ganar una pelea cuando la oposición está dispuesta a pelear. En este caso la corte pareció impotente ante la ley federal, basado en su reacción creo que la corte se siente de manos atadas e incapaz de ayudarme a realizar mi sueño y darme mi licencia. Aunque me desilusionó la reacción de la corte no lo tome como una pérdida total. Al menos ahora sé lo que necesitan y les voy a ayudar para que ellos puedan realizar mi sueño. En cuanto salí de la corte me comunique con mis amistades en la Asamblea y el Senado de California.

Sabía que si los convencía de pasar una ley que desatara las manos de la corte ellos podrían darme mi licencia.

Era mi última esperanza y no iba a escatimar esfuerzo para hacer mi sueño realidad, especialmente porque no tengo ganas de pelear en la Corte Suprema de los Estados Unidos.

Afortunadamente mis amistades en la Asamblea y el Senado habían seguido de cerca mi caso y estaban listos para defender mi sueño americano. Con el primero que me comunique fue con el Asambleísta Luis Alejo ya que él me había apoyado muchísimo en el pasado. El pronto organizo a los demás y los motivo para que pasaran una ley a mi favor.

Pronto todos los miembros del comité legislativo hispano se le habían unido y habían escogido a la Asambleísta Lorena González para encabezar el esfuerzo. Yo estaba súper contento con su respuesta tan rápida, me hizo sentir que había mas gente como yo, con mucha pasión por la justicia. Líderes de acción y no solo de palabra. Ese tipo de líder es el que ha sido siempre mi héroe y me encanto encontrar tanta gente con la misma mentalidad junta.

Pronto introdujeron la ley AB 1024, una ley que puede abrirme la puerta a mi sueño y el de muchos otros jóvenes en mi misma situación. El estrés y la emoción crecieron expo-nencialmente. En esta vida nada que valga la pena es fácil ni llega sin arduo trabajo y sacrificio. No obstante yo estoy dispuesto a trabajar tan duro como sea necesario y arriesgarlo todo con tal de nuevamente darle vida al sueño americano.

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