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<p>En tan solo cinco días en la presidencia, Donald Trump ha ratificado sus posturas en relación a México aterrizando sus promesas de campaña: la eliminación-renegociación del TLCAN y el levantamiento de un muro de protección para combatir la inmigración ilegal y el narcotráfico.<br>
Por su parte, el gobierno de México, de manera errática, por decir lo menos, no ha podido hilvanar respuestas que vayan más allá de lugares comunes y líneas discursivas deshilvanadas e intrascendentes.<br>
Introducirse en la mente de Trump no es tarea sencilla, apuesta a un engrandecimiento de los Estados Unidos sin tomar en cuenta que, hoy por hoy, es el país más poderoso del orbe. ¿Más grandioso en relación a qué y a quién? ¿A partir de qué?, ¿con quién y cómo?<br>
Minimizar y despreciar su relación con el vecino del sur es comprometer la viabilidad del mismo proyecto trumpista. No se puede desaparecer a partir de plumazos -dando órdenes ejecutivas- una relación ligada por razones históricas y geoestratégicas; es imposible separarse físicamente, no hay forma. Se estarían alimentando opciones marítimas como las que operan en la ruta de Cuba a Florida o la de los países africanos hacia Europa en el mediterráneo. Ni los océanos pueden separar a la humanidad en los tiempos de la globalidad, menos las bardas; no hay de otra.<br>
Ante un horizonte ominoso de aislacionismo debe prevalecer un enfoque que privilegie la atención en la construcción de políticas que puedan redefinir las complejas relaciones políticas, económicas y sociales entre vecinos. Ser proactivos en lugar de destructivos. Sobre un cementerio no se puede crear grandeza.<br>
Como ejemplo virtuoso se puede revisar la funcionalidad de las Californias, la Baja y la Alta. El fundador de la región, Fray Junípero Serra, lo visualizó desde el siglo XVIII. A Serra se debe la construcción del Camino Real que vincula el corredor Tijuana-San Diego-San Francisco, hoy por hoy la región más productiva del planeta.<br>
Entonces, lo urgente es entender y dimensionar los alcances de relaciones asimétricas. Tijuana complementa su vecindad con San Diego aportando productos y servicios que contribuyen a integrar la canasta de consumo regional y alternativas urbanas. San Diego, por su parte, es una pieza estratégica vital en el Pacífico. La región es un ejemplo de convivencia que se debe reproducir en el resto de la frontera entre México y Estados Unidos, el reto es estimular vasos comunicantes virtuosos para consolidarlos, al tiempo de enfrentar las fallas sistémicas que requieren ser revisadas y corregidas. Otras rutas fracasaran y tarde que temprano podrían dejar cicatrices imborrables.</p>
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