Emma Regresa a San Diego Luego que EEUU se lo Impidió

<p><img loading="lazy" src="http://laprensa-sandiego.org/wp-content/uploads/2018/12/DSC00737-300x20…; alt="" width="300" height="200" class="alignright size-medium wp-image-48913" srcset="https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0073… 300w, https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0073… 1024w, https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0073… 1800w" sizes="(max-width: 300px) 100vw, 300px"></p>
<p>El día que cambió sus vidas para siempre, Michael Paulsen y su esposa Emma Sánchez asistían felices a una cita en el consulado estadunidense en Ciudad Juárez donde las autoridades regularizarían la situación migratoria de Emma, pero cuando el oficial de visas les dijo que Emma no podía regresar a Estados Unidos en 10 años, “fue como si el mundo se derrumbara”.</p>
<p>Les costaba mucho entender. Llevaban 10 años de casados y vivían en el condado de San Diego, procrearon tres hijos estadounidenses menores de edad, Michael era un marine veterano. Además del consulado les habían mandado llamar, les informó que para entregarles documentos en regla.</p>
<p>En vez de eso, dice Emma, fue como una descarga eléctrica que nos paralizó. Michael Paulsen casi suplicó. “Haga lo que quiera, pero su esposa no regresa a Estados Unidos en diez años”, le dijeron esa tarde del 2006. Era la sanción por haber intentado ingresar indocumentada por San Ysidro alguna vez.</p>
<p>Emma regresa antes de este sábado a San Diego y su felicidad ahora parece compensar 12 años y medio de castigo. “Quiero llevar a mis niños a la escuela, no me importa si ya son adolescentes, quiero recorrer con ellos los lugares a los que íbamos, quiero comer de nuevo con ellos la comida que salíamos a comer, que ni me acuerdo como se llama pero que tengo aquí en la mente, abrazarlos”.</p>
<p>Este domingo con que empezó diciembre, Emma los vio partir de Tijuana en auto rumbo a San Diego y pensó que “esta será la última vez que los veo irse, alejarse; es el último fin de semana en que tengan que venir a verme a este destierro”.</p>
<p>Cuando el gobierno de Estados Unidos ya no dejó pasar a Emma, al principio intentaron que los hijos estudiaran en escuelas privadas en Tijuana, porque como extranjeros no los recibían en planteles públicos. </p>
<p>Pero pronto se acumularon impedimentos. Carecían de servicios de salud preventiva, como inmunizaciones, por ser extranjeros; las colegiaturas eran más elevadas, les exigían más que a los demás para ponerlos al corriente. </p>
<p>Michael le había prometido a Emma que regresaría cuanto pudiera. Al principio era cada tercer día. Pero el tiempo y cansancio y costos hicieron mella. Las largas líneas para regresar a San Diego en domingo dificultaban más las circunstancias. </p>
<p>El esposo que fue marine de 1983 a 1987, recogió entonces a sus hijos y comenzó una nueva misión, la de ser padre y suplir a la madre de familia y hacer largos viajes a Tijuana a ver a su esposa que vivía en soledad, extrañando el regreso. Cuatro años después, a Michael le diagnosticaron de gravedad. </p>
<p>Emma recuerda que, junto al faro de Playas de Tijuana, sentía una enorme tristeza por todo lo que pasaba, y Yolanda Varona, dirigente de Madres Deportadas, la convenció para que Emma platicara su historia al pastor Guillermo Navarrete, quien lleva más de 10 años de celebrar los domingos ahí la iglesia fronteriza.</p>
<p>De esa plática surgió la idea de que en el 2010 la pareja se casara. Fue la primera pareja que contrajo nupcias a menos de seis pies de distancia de Estados Unidos para mandar, dice Emma, un mensaje junto al muro.</p>
<p>“Que el mundo supiera que una frontera y un muro y las políticas migratorias de Estados Unidos no iban no van a poder con el amor que nos une; que las autoridades sepan que su castigo que, como en mi caso, no es personal, porque es una tortura para toda una familia, al final nos une, no nos separa y esta injusticia ahora la ven a tener que conocer los legisladores”.</p>
<p>Pasaron todavía seis años de castigo. El matrimonio no podía ni aun con ayuda de abogados tramitar el regreso de Emma al condado de San Diego. El trámite tenía que reiniciar después de cumplir el castigo completo de los diez años.</p>
<p>Y aun entonces, había exigencias con trámites, análisis que había que volver a hacer, documentos que corregir.</p>
<p>Finalmente, el viernes 23 de noviembre las autoridades informaron a Emma que todo estaba aprobado y listo, y ella solo necesitaba esperar a recibir por mensajería su pasaporte para poder entrar de nuevo a Estados Unidos.</p>
<p>Pasó una semana sin que llegara el pasaporte y el abogado de Emma le dijo las palabras que la han “traído como castañuela, soñando, ansiosa, haciendo planes”, que su pasaporte con visa en regla debía llegar entre martes y a más tardar el viernes.</p>
<p>“En cierta forma, ya me fui”, platicó Emma a La Prensa de San Diego al separar artículos que va a conservar y otros que va a tirar.</p>
<p>Su plan para recuperar el tiempo perdido empieza con ir a los mismos lugares y hacer lo mismo que hacía con su esposo y sobre todo con sus hijos, todos ganadores de becas y reconocimientos por rendimiento excepcional en las escuelas.</p>
<p>Doce y medio largos años después, “el mayor de mis hijos, Michael Alexander Paulsen, tiene el diploma de excelencia que le firmó el presidente Barack Obama y fue el estudiante del año dos años consecutivos; Ryan Maximillian Paulsen está en la fuerza aérea; y el menor, Brannon Liam Paulsen quiere ser músico.</p>
<p>Cuando el gobierno de Estados Unidos impidió regresar a Emma, sus hijos tenían cinco años, dos y medio años y siete meses de edad. Hoy tienen 17, 15 y 12 años, respectivamente.</p>

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Manuel Ocaño