Empresarios en la política

<p>Comentario<br>
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<p>&nbsp;¡Ajá! Apenas recibió el agua bendita del Partido Republicano. Para ser más exactos, Meg Whitman, ex gerente de eBay, se hizo oficialmente conservadora hace dos años. Votó por primera vez cuando tenía 46 años de edad.</p>
<p>&nbsp;Sin embargo, hoy, esta vaca sagrada del sector privado, quiere ser la nueva gobernadora de uno de los estados más politizados del país.</p>
<p>&nbsp;La osadía de Whitman es, por mucho, una de las osadías más osadas del paraninfo político. ¡Ah! Perdone la redundancia.</p>
<p>&nbsp;No es la primera vez ni va ser la última que un voluntarioso jefe ejecutivo de una de una empresa privada de prestigio busque ensartarse dentro de la política estatal o nacional. Steve Forbes, legendario dueño de la revista financiera que lleva su nombre, el magnate del petróleo Michael Huffington, y el millonario Al Checchi lo hicieron anteriormente. Claro, sin éxito.</p>
<p>&nbsp;La misma Arianna Huffington, ex esposa de Michael, buscó, sin fortuna el puesto del ex gobernador Al Davis, cuando la población votante californiana decidió reemplazarlo a través de un “recall”.</p>
<p>&nbsp;Por cierto, Arianna escribe como una diosa griega de la política, pero sus escritos no le han permitido llegar a Sacramento o Washington.</p>
<p>&nbsp;Estos paladines empresariales gastan mucho dinero durante el proceso electoral. Algunas veces le dan oportunidad a los medios de comunicación y a los paparazzis para que puedan abrir y sacar a flote los trapitos sucios de sus casas. Los han puesto en el ojo de huracán, y muchas veces no han sabido cómo confrontar el zafarrancho político.</p>
<p>&nbsp;A Michael Huffington, por ejemplo, los medios de comunicación lo desvirtuaron tanto que su nombre quedó en la nada. Nos enteramos que en su vida, no sólo había mujeres, sino también hombres. Arianna lo dejó y fue el hazmerreír de los programas cómicos de la televisión nocturna.</p>
<p>&nbsp;A Arnold Schwarzenegger le fue algo mejor. Aunque no fue elegido a un puesto político a través de las urnas, los californianos lo nombraron gobernador. Se convirtió en un icono de las películas y desde ahí conquistó a los republicanos y los votantes sin partido político. Hoy es el mandamás de California.</p>
<p>&nbsp;Los republicanos organizaron un verdadero festín cuando llegó al Capitolio de Sacramento. Para el lamento de los californianos, la calidez humana de Schwarzenegger nunca se transformó en un liderazgo sólido en la política. Inicialmente se peleó con los Demócratas, luego con la población votante y, al final, entabló sendas batallas con representantes de su partido. Hoy, pocos lo quieren.</p>
<p>&nbsp;Ahora, Meg Whitman nos está diciendo que ella va a ser un mejor trabajo que Arnold y los otros jefes empresariales. Para empezar, nos prometió que va a despedir a más de 40,000 empleados públicos.</p>
<p>&nbsp;Parece que le gustaría conducir a California como a una empresa particular, de manera sistemática, con el garrote en la mano, como un dictador latinoamericano. ¿Suena como Roberto Micheletti?</p>
<p>&nbsp;Qué poco entiende Whitman de la política. El mundo del negocio es totalmente diferente al mundo de la política. Aparte de la corbata y el saco de diseñador, también se necesita una chaqueta ordinaria para embarrarse en el lodo. Whitman trae el vestido de seda, pero no las botas de goma.</p>
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Author
Humberto Caspa