Flotando en Machu Picchu

IMG_1766Por Katia Lopez-Hodoyan

 

Nunca imaginé estar prácticamente dentro de una nube, caminando en una de las siete nuevas maravillas del mundo. Las montañas de Machu Picchu parecen respirar, pero siguen dormidas. La neblina gruesa se ha convertido en una cobija que tampoco está lista para empezar el día, son las 6:00 de la mañana y Machu Picchu acaba de abrir sus puertas, al entrar, abro mi mapa para orientarme un poco, pero la neblina, que quizás ya es lluvia, ha empapado mi mapa en cuestión de minutos, tiró el mapa y sigo adelante, convencida que mi espíritu de aventura será mi brújula, dentro de poco, me doy cuenta que estoy completamente equivocada y perdida.

Las montañas no tienen sólo un camino, son varios. No hay un destino final, sino más bien es cuestión de caminar, escalar y subir montañas que parecen desaparecer en el infinito, hay ruinas arriba, abajo y a los lados, pero llegar a ellas no es fácil ni rápido. A casi 8,000 pies de altura, me sorprende ver pájaros volando tranquilamente, parece que entienden que son protagonistas de un espectáculo, mientras sobrevuelan de una montaña a otra con alas extendidas…Me pregunto si alguna vez, habrán sentido un malestar por la altura.

Es tan temprano que sólo hay un grupo pequeño de turistas a la vista, todos estamos un poco perdidos, pero nuestro orgullo no nos permite aceptarlo, cada quien camina por su cuenta sin destino, la neblina es tan gruesa que sólo se ve vapor blanco, que surge y se mueve del cielo a la tierra y viceversa.

Me siento en una piedra para contemplar el escenario y respirar la experiencia, el aire, las nubes y la tranquilidad son las estrellas del momento. Me imagino cómo era la vida hace siglos cuando los Incas pasaban por allí, y más allá…cómo lograron construir estructuras tan monumentales sin grúas ni equipos modernos de construcción, pienso en la satisfacción que habrán sentido al construirlas, y el dolor al tener que abandonarlas.  También me pongo a pensar en los conquistadores Españoles que creyeron que en aquellas distancias, entre montaña y montaña, no había nada más de interés, eso fue en el siglo XVI,  años después las montañas y ruinas de Machu Picchu, siguen atrayendo a millones de turistas, una de las pocas cosas que la tecnología no puede reemplazar, son montañas que no necesitan campaña publicitaria, porque su belleza se impone por sí misma.  Una combinación de naturaleza, historia y cultura en su estado puro, las ruinas comunican un mensaje directo e instigan una pregunta clave: Hasta dónde puede llegar el potencial humano?, Cuánta capacidad queda desaprovechada?, de ahí, me pongo a reflexionar en el desenlace que se dió la noche anterior, cuando llegué al pueblo de Machu Picchu. IMG_1641

Una y otra vez, se me advirtió del malestar que uno puede sentir con la altura, decidí que no sería una víctima. Al llegar al pueblo y caminar por sus calles, siento un fuerte dolor de cabeza, cada paso que doy lo siento en la punta de la cabeza, veo a una mujer indígena, con trenzas negras y un sombrero alto cuadrado, está sentada frente a su local de frutas y verduras, y al lado tiene una canasta llena de hojas de coca. Los peruanos las consumen seguido para contrarrestar los efectos del dolor de cabeza, las compro, completamente decidida que el dolor de cabeza no me ganará, y mucho menos en una de las maravillas del mundo.

Le pido instrucciones a la mujer, quien sólo me dice que se consumen al gusto cuando uno siente dolor de cabeza. Esa noche, con punzadas en la cabeza, tomé  unas ocho hojas de coca y las mastiqué directamente para quitarme el dolor, las pocas horas que tenía programadas para dormir, desaparecieron, no dormí ni un minuto, mis ojos estaban ampliamente abiertos y mis odios muy afinados, escucho todo!… desde la puerta que se abre en el lobby del hotel, hasta el huésped que pasa al baño en el cuarto piso, ese ruido…será el río que corre por la ciudad, o está lloviendo?.  Lo bueno es que sí se me quita el dolor de cabeza, al subir y bajar de Machu Picchu, en un recorrido apresurado de tan sólo cuatro horas, sin dolor de cabeza, el enfoque total fue la belleza de las montañas, el silencio de mi respiración y el ruido que hacen mis zapatos al pisar el camino. DSCN1426

En el tren ya de regreso, un guía de turistas peruano se sienta a mi lado. Mi experiencia ya estaba completa, y sólo quiero disfrutar aún más de la naturaleza impresionante. Cada 15 minutos tomo una fotografía desde la ventana del tren, en ese momento, se gira hacia mí el guía y me pregunta: “Te ha gustado Perú?” es claro que sólo está recalcando lo obvio, le respondí: “Me encanta y me gustaría regresar”. El, sólo levanta las cejas y me dice “cuando uno dice que quiere hacer algo, no lo hace, es cuestión de decir ‘lo voy a hacer’, para que se lleve a cabo”.

Horas después al bajar del tren, me despedí del guía y le dije: “Regresaré a Machu Picchu”.

 

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