Hipocresía Ilegal

México del Norte
Por Jorge Mújica Murias

    “Más pronto cae un mentiroso”, comienza el dicho, y a la mejor en estos tiempos hay que cambiarle el final y decir “que un anti-inmigrante”. Ese final parece más apropiado por lo menos para dos “ejemplares” figuras en contra de la inmigración sin papeles en este país: Meg Whitman, candidata Republicana a gobernadora en California, y el inolvidable Lou Dobbs.

    Ahora resulta que Dobbs, el más feroz crítico de la inmigración hasta que sus excesos hicieron que lo corrieran de los canales de CNN, quien gozaba de la atención de 800 mil televidentes al día y se ganó 6 millones de dólares al año con su retórica, era patrón de varios trabajadores sin papeles.

    Dobbs trataba particularmente mal a los industriales y comerciantes gringos que contratan indocumentados, y llegó a proponer, a la mitad de las marchas del 2006, que “los patrones ilegales que contratan trabajadores ilegales deben ser acusados como criminales”. Este mismo año, en un panel presentado por una televisora en español, Dobbs insistió en que “el problema central en este tema (la inmigración indocumentada), son los patrones ilegales”. Es tanta su fama entre los círculos anti-inmigrantes del Tea Party que dice que está pensando en lanzarse para Senador en 2012.

   Nomás que después de un año de investigarlo, la revista The Nation y la Fundación de investigaciones del mismo instituto revelaron que Dobbs ha empleado, por años, indocumentados en los establos donde tiene los caballitos de su hijita de 22 años, Hillary, campeona de equitación.

   Pedro Gómez, Marco Esperanza y otro trabajador, identificado como Marco Salinas, admitieron trabajar sin papeles para Lou Dobbs cuidando los caballos; incluso se los llevaban de  Nueva Jersey a Florida para el Festival de Equitación de West Palm Beach. Ganaban unos 500 dólares por semana, pero trabajaban 65 horas por semana, y si había caballos enfermos “hasta 24 horas al día”. Y vivían, claro, en el establo con los caballos, lo cual “no estaba mal”, según uno de ellos, porque “no tenían que pagar renta”.

   De perdiz, dicen, el jefe del establo y Hillary Dobbs sabían que no tenían papeles. Y tampoco Rodrigo Ortega, su jardinero chiapaneco desde hace 14 años, quien llama “Luís” a Lou Dobbs.

Votando Sin Papeles

   Por su parte Meg Whitman, según apuntan todos los documentos y las declaraciones hasta el momento, contrató durante siete años, de 2002 a 2009, como sirvienta, a una  inmigrante mexicana indocumentada, Nicandra Díaz Santillán. La despidió el año pasado cuando comenzó su campaña electoral, después de que “Nicandra admitió que no tenía documentos”.

   La comunidad latina de Califas montó en cólera por las declaraciones de Meg, no porque se les haga raro que la hubiera contratado, sino porque la despidió y porque pretendió no saber que era indocumentada. En su defensa y explicación que no convenció a nadie, Whitman usó el argumento que usan miles de patrones en Estados Unidos: “Haber recibido una carta No Match del Seguro Social (documento enviado a los patrones cuando el número de Seguro y el nombre `no corresponden’ y no están en los archivos oficiales), no prueba que (Nicandra) fuera indocumentada”.

   De su clara mayoría en las encuestas, Whitman está ahora perdida en el espacio para los electores del estado, muy por detrás de Jerry Brown, ambientalista y exgobernador de Califas.

   Para colmo, aunque nada atípico de los patrones de inmigrantes sin papeles, la abogada de Nicandra agrega que la frustrada candidata, quien en múltiples ocasiones pidió “mano dura” contra los patrones de indocumentados, “abusaba a Díaz y no le pagaba horas extras”.

   Según Raúl Hinojosa, profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, “las sanciones a los patrones solo sirven para ocultar más a los indocumentados y para rebajarles más los salarios y los de los demás trabajadores también, y la ironía más grande es que los patrones más frecuentes de indocumentados son blancos ricos”.

   Ese sería el caso de la Republicana y de “Luís” Dobbs, gente rica que más tarde o más temprano terminan lidiando (y contratando) indocumentados en esos trabajos tan terriblemente mal pagados “que ni los negros quieren hacer”, como diría Vicente Fox.

   De hecho Jay Hickey, presidente del Consejo Americano de Equitación, grupo de influencia que se dedica a “convencer” políticos de las virtudes de los hipódromos y carreras de caballos, aceptó desde el año pasado que “más de la mitad de los trabajadores (de la industria) son posiblemente indocumentados.

   A la mejor, en vez de la inmigración, habría que criminalizar la hipocresía de estos decididos militantes anti-inmigrantes.

   Por lo pronto, el futuro parece habérsele chispado a Meg, y posiblemente su carrera política se le chispó también a Dobbs. Parece una dulce venganza de los indocumentados contra sus patrones anti-inmigrantes; es como votar no solamente sin ser ciudadano, sino hasta sin tener papeles…