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<p> La semana pasada, el Presidente Barack Obama se mostró bastante ceremonioso con su similar de México. Lo apapachó, le preparó un manjar inolvidable y lo rodeó con algunas célebres figuras de la televisión y estrellas de cines.</p>
<p> Tan pronto como Felipe Calderón salió de la Casa Blanca y cruzó la frontera norte-americana y mexicana, Obama volvió a su acostumbrado juego político. Hablar mucho y hacer poco por los inmigrantes.</p>
<p> Desde que llegó a Washington, su gobierno no generó un proyecto real en el Congreso. Por el contrario, parece que está más presto a cruzarse de brazos y dejar que otros –el sector ultraconservador de los republicanos— pongan más lodo en el camino de la legalización de 12 millones de indocumentados.</p>
<p> Así, en vez de cumplir sus promesas de emprender una reforma migratoria, el Presidente está más interesado en mitigar las críticas provenientes de los sectores más conservadores del país.</p>
<p> Recientemente ordenó 1,200 contingentes militares de la Guardia Nacional a la franja que divide Estados Unidos y México. Según sus asesores políticos, dicha maniobra permite el control de la criminalidad asociada con los carteles de México.</p>
<p> Nadie niega que el pueblo mexicano está en uno de sus momentos más desagradables de su historia republicana. La muerte de más de 22,700 personas es el resultado de una guerra sin cuartel entre grupos de narcotraficantes, la policía mexicana y las fuerzas militares de ese país. El secuestro de un líder panista hace suponer que nadie, incluyendo al presidente mexicano, está a salvo.</p>
<p> Sin embargo, las nuevas tropas en las zonas del conflicto no son para detener el flujo de droga que se interna desde ese lado de la frontera o para apresar a los narcotraficantes. Ni mucho menos es una política que sirve para detener el tráfico de armas con destino a México o ahuyentar a los nuevos indocumentados.</p>
<p> Lamentablemente el Presidente Obama se está prestando a la politiquería de la extrema derecha. A unos meses de las próximas elecciones, los diversos candidatos al Congreso Nacional y del estado, y candidatos a los diversos puestos municipales, han estado agudizando gradualmente su retórica política en contra de los inmigrantes indocumentados.</p>
<p> Algunos políticos republicanos, como Meg Whitman y Carly Fiorina, quienes hasta unos días demostraron tener una tendencia moderada, ahora están sintiendo el peso de las bases ultraconservadoras de su partido y se están prestando a la intolerancia y a la negatividad política.</p>
<p> Whitman, quien a inicios de su campaña apoyaba una reforma migratoria integral, hoy se muestra más inclinada a promover el cinismo de la ley de Arizona. Fiorina, por su lado, se presentó recientemente en el programa radial de John & Ken, dos conocidos por promover intolerancia contra los grupos minoritarios.</p>
<p> El Presidente Obama siente que su primer periodo presidencial no sea el más recomendable para asumir una política reformista en torno a la cuestión migratoria. Pero también debe entender que la comunidad latina se está cansando de su inoperancia.</p>
<p> Es tiempo de mover el tapete en la Casa Blanca. El Presidente tiene que invertir un porcentaje de su capital político en la cuestión migratoria.</p>
<p> Así como le apoyó durante su tramo a la presidencia, la comunidad latina tiene todo el derecho a darle la espalda. Esperemos que Obama cambie de parecer.</p>
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