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<p>La reciente renovación en el Ejecutivo de los Estados Unidos ha complicado el panorama mi-gratorio en América Latina, una región que aporta grandes flujos de migrantes a nivel inter-nacional. Desde la campaña electoral, el hoy presidente generó incertidumbre en el tema mi-gratorio al asegurar que lograría “barrios seguros, fronteras seguras, y protección anti-terrorismo”, tarea que implicaría cerrar el paso a los migrantes de ciertos países, realizar de-portaciones masivas, y reforzar la seguridad en la frontera con México. Lo que parecía ser una retórica de campaña para ganar una elección, en estas primeras semanas de gobierno se está convirtiendo en una realidad: ya se prohibió temporalmente la entrada a ciudadanos musulmanes provenientes de Sudán, Irán, Irak, Libia, Siria, entre otros; y la idea de construir el muro en la frontera sur alcanzó su punto más álgido.<br>
El anterior panorama representa un reto para la estampida migratoria latinoamericana que está sucediendo de manera globalizada, acelerada e incesante en los últimos años. Esta “gran estampida” (según los ecuatorianos, provocada por el “tsunami” neoliberal en América Latina) se inserta en un contexto migratorio global que se ha recrudecido durante la última década, al grado que ha sido considerado por especialistas como una “globalización de las migraciones” o “Era de las migraciones”. Dicha Era se caracteriza -además de por tener diver-sos incentivos y señuelos que impulsan al éxodo- porque existen diversos factores que re-stringen la migración: las políticas migratorias de control de flujos son una de ellas, las cuales cada vez se tornan más restrictivas; asimismo, las crecientes reacciones adversas frente a la diversidad cultural, es decir, la criminalización del inmigrante, el racismo y la discriminación de la cual son objeto.<br>
Estados Unidos sigue siendo el principal país receptor de la migración proveniente de América Latina y el Caribe, y en un segundo plano España en el continente europeo. Hacia el año 2005 en Estados Unidos había más de 20 millones de migrantes latinoamericanos, mien-tras que en 2004 España acogía a 1.2 millones. Desde luego se trata de cifras oficiales, las cuales se acrecentarían si tomáramos en cuenta otros cruces clandestinos. Otros países a los que más emigran los latinoamericanos son Japón, Canadá, Italia, Francia, Portugal, y Austral-ia, aunque desde luego en menor proporción.<br>
Para diversos especialistas, como consecuencia del modelo neoliberal y sus recur-rentes crisis, desde los años ochenta y noventa la estampida migratoria en América Latina ocurre de manera explosiva, mayúscula y sistemática. Diversos estudiosos del fenómeno mi-gratorio consideran urgente construir y aplicar una estrategia alternativa de desarrollo para América Latina, orientada a recuperar el crecimiento, elevar los niveles de empleo, satisfacer las necesidades básicas de la población y eliminar la pobreza extrema y el hambre. Dichas medidas intentarían frenar el éxodo desde los lugares de origen, creando condiciones para que sus ciudadanos decidan no marchase. De lo contrario, padecerán las amenazas y peripecias que implica la actual migración internacional, entre ellas las ya mencionadas para el caso de Estados Unidos.<br>
No es casual que en Ecuador tal fenómeno migratorio sea reconocido como la “gran estampida”. Se considera que actualmente en América Latina por cada inmigrante hay cuatro migrantes. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en los últimos años el número de migrantes se ha incrementado: hacia el año 2000 alcanzó un total estimado de 21 millones de personas, y de 30 para el 2008. Así, los latinos constituyen alrededor del 14 por ciento de los migrantes internacionales en el planeta.<br>
En el contexto de una migración multifacética que implica innumerables problemáticas como: el análisis de las rutas migratorias y sus peligros, la inserción laboral en el país de des-tino, la discriminación de la que son objeto, las deportaciones, o las redes transnacionales que se extienden cada vez con mayor frecuencia, el tema de las remesas destaca por su importan-cia económica. En 2006 se enviaron a América Latina y el Caribe cerca de 68 mil millones de dólares, de los cuales 24,300 millones se dirigieron a México, seguido de Sudamérica con 24,250 millones, Centroamérica con 11,031 y el Caribe con 8,370. En diversos países de la región las remesas son vistas como palanca de desarrollo, pues inciden no sólo en la economía familiar, sino en la nacional al representar una de las mayores fuentes de ingreso.<br>
Por el anterior fenómeno migratorio y el actual contexto estadounidense de recrimi-nación de la inmigración, no sólo México sino en general los países de Latinoamérica se en-frentarán a nuevos retos en la agenda de migración y desarrollo. Los próximos meses serán cruciales y nos arrojaran nuevos temas de observación y análisis.</p>
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