Los trabajos Que Nadie Quiere

México del Norte
Por Jorge Mújica Murias

Guadalupe se llama, pero la conocen como Lupita porque hasta el nombre le queda demasiado grande. Si acaso alcanza el metro 45, pero es peleonera como buena guerrerense. Anda por los 30 años, madre de dos hijos varones que están bajo la custodia del Estado del Illinois porque ella “no los puede mantener debidamente”. Viven con una hermana y Lupita los puede ver un par de veces por semana.

Tiene un par de entradas al hospital a altas horas de la noche porque su pareja, alcohólico, la golpea. Se queja pero siempre vuelve con él porque le dijeron en una agencia de servicios para mujeres golpeadas que no le pueden dar una cama en un refugio hasta dentro de tres meses. Duerme en una grúa que se estaciona de noche en un “car wash”, donde hasta hace poco trabajaban ella y su pareja. El patrón la corrió porque por su tamaño “no alcanzaba bien a lavar las camionetas”, las SUV’s que tanto le gustan a los mexicanos de este lado porque son las únicas en donde caben los seis o siete de familia. Su argumento de que ella lavaba las llantas (con “un líquido que quema bien gacho”) no le valió de nada.
Después el patrón corrió al esposo porque Lupita lo esperaba todos los días fuera del car wash y el patrón pensó que se estaba burlando de él.

Cuando trabajaba, no le pagaban igual que a los demás, “por ser mujer”. De hecho, nadie en el car wash tiene salario. El patrón les paga cinco dólares por cada coche lavado, dividido entre todos los trabajadores del turno. Entre diez trabajadores, les toca de a 50 centavos por coche lavado. En los días “buenos”, sacaba unos 40 dólares. Los varones sacaban 50.

“Traté de vender paletas cuando me corrieron del car wash”, dice, “pero ahí si que el carro era demasiado grande para andarlo empujando por todos lados, y sacaba como diez dólares al día”. Son los trabajos que nadie quiere.

El Nuevo Arpaio

La historia de Lupita viene a colación porque el fin de semana, en una operación “enfocada en una aplicación sensible y efectiva de la ley, que tiene como prioridad remover extranjeros criminales y violadores graves de las leyes de inmigración”, según la vocera de esa corporación, Amber Cargile, la Migra detuvo a 223 personas en una redada en los 16 locales de la cadena Danny’s Family Car Wash en Phoenix, Arizona.

Según la Migra, el operativo (que se niegan a calificar como redada aunque detuvieron de todo, trabajadores y clientes), ocurrió “después de una investigación de posible fraude migratorio, robo de identidad y violaciones financieras”.

Interrogaron a todo el mundo y dejaron a unas 30 personas en la cárcel. La Migra, agrega su vocera, “ejerce su discreción caso por caso y como lo considera necesario para enfocar los recursos de la agencia es sus prioridades más importantes”.

Esos casos “importantes” son básicamente inmigrantes que ya habían sido deportados anteriormente, y eso los convierte a los ojos de la administración, en “criminales peligrosos” o algo así. Para Tania Unzueta , valiente organizadora con la Red Nacional de Jornaleros, los inmigrantes anteriormente deportados son simplemente “personas que querían estar nuevamente con sus familias y volvieron a cruzar. Eso no los convierte en criminales”.

Según Natally Cruz, otra activista en favor de la inmigración, el presidente Barack Obama debe “emitir una orden ejecutiva para liberar a los detenidos. Son personas que el presidente dice que quiere incluir en su reforma migratoria”, dice Cruz. “¿Cómo puede su administración promover una reforma y hacer una redada entre los trabajadores al mismo tiempo? Queremos respuestas y queremos a estas familias unidas”, concluye Cruz.

Quiero suponer que es una pregunta retórica. La respuesta que pide Cruz está en la misma “reforma migratoria” que plantea Obama. Hace apenas un mes, Barack Obama logró el triunfo político de condenar al Alguacil Joe Arpaio por sus excesos en contra de los inmigrantes al “ejercer la ley”. Desde el sábado, Obama es el nuevo Arpaio. En una operación del mismo tipo de las que hacía Arpaio, desató el terror entre la comunidad inmigrante de Phoenix y prácticamente acusó a todo el mundo de ser un criminal lo cual, dicho sea de paso, es parte de la misma “reforma”. Estar aquí sin papeles se convertirá en delito federal castigado con cárcel.

Y no, la “reforma” tampoco incluiría ni a Lupita ni a ningún “carwashero” para la legalización, ni en Chicago ni en Phoenix. Con lo poco que ganan, ni siquiera alcanzarían a legalizarse.

Curiosamente, las “prioridades” de su administración no incluyen mandar una tropa de inspectores del Departamento del Trabajo para que a estos trabajadores les paguen por lo menos el salario mínimo. Eso ni siquiera es parte de la “reforma migratoria”.

Contacto Jorge Mújica Murias e mexicodelnorte@yahoo.com.mx