Maestros de Escuelas Publicas que han hecho una diferencia

Nota del editor: A principios de septiembre, en  patios y pasillos de todo el país, surgía la misma excitante y a la vez ansiosa pregunta: “¿Qué profesor te va a tocar?”

 Mientras padres y políticos se preocupan por instalaciones deterioradas y presupuestos reducidos, los estudiantes saben que la esencia más importante de su educación depende de su profesor individual. Más que tener patios amplios o cafeterías brillantes. Más, incluso, que los mejores libros de texto o computadoras. Es el profesor el que marca la diferencia. Esta colección ha sido apoyada por un proyecto fundado por la Asociación de Profesores de California.

El Profesor Hereford quería que todo el mundo triunfara

chris Por Chris Vargas

 El Profesor Hereford enseñaba inglés en la escuela secundaria y cambió mi vida de verdad. Cada vez que entraba en su clase me daba cuenta de lo limpia que estaba. Siempre decorada con el trabajo de sus estudiantes, siempre con una sensación agradable.

 El Profesor Hereford siempre puso a sus estudiantes por delante y se sentía orgulloso de su trabajo. Simplemente era así. Recuerdo que si un estudiante se le acercaba hambriento después de clase, el Profesor Hereford siempre le llevaba a comer. No era sólo un gran profesor, pero también una buena persona. Se preocupaba de verdad por sus estudiantes.

 Cuando leía en alto, siempre intentaba actuar lo mejor posible para captar la atención de sus estudiantes y hacerles sentir tan bien que algunas chicas empezaban a llorar. Tenía una personalidad electrizante. Si estabas en su clase y era tu cumpleaños, empezaba la sesión con toda la clase cantando Cumpleaños Feliz, normalmente con un cupcake, una vela y un osito de peluche.

 El Profesor Hereford era uno de esos profesores que quieren ver a todo el mundo triunfar. Recuerdo que se quedaba varias horas después de clase casi todos los días. Toda su vida giraba alrededor de la escuela y sus estudiantes. Su forma de enseñar era muy interactiva. Normalmente convertía líneas de un poema en actividades y nunca era demasiado duro con sus estudiantes, aunque exigía respeto y atención en su clase.

 Siempre intentó acercarse a los estudiantes que tenían menos interés en la clase y muchas veces lo hizo con éxito. Intentaba no frustrarse con los payasos de la clase. Si su clase tenía muchas interrupciones, le decía al estudiante, “Si no estás aquí para aprender, entonces vete”. Si un estudiante no entendía la lección, intentaba ayudarle en ese momento y si aun así no lo comprendía, le decía que se quedara después de clase para repasar la lección individualmente.

 Quería que todo el mundo entendiera la lección, por lo que si sentía que alguien no comprendía, les ofrecía ayuda durante la hora de la comida o después de clase. Esta es la razón más importante por la que gustaba a todos los estudiantes, porque se preocupaba de verdad sobre sus alumnos y es algo muy difícil de encontrar hoy en día.

 (Chris, 20, se graduó de una escuela pública y es productor de contenido para Yo! Youth Outlook.)

 

Recuerdo al Profesor Plonsey

torriano Por Torriano Melancon

 Fui afortunado por tener varios buenos profesores durante mi educación superior, pero ninguno fue más significativo que mi profesor de matemáticas, el Profesor Plonsey. Era un hombre interesante, nada parecido al típico profesor de matemáticas que yo siempre había conocido.

 El primer día de grado 11, los dos nos hicimos una primera impresión: yo pensé que era el clásico profesor de matemáticas seco y agrio que, por lo menos para mí, se parecía a Albert Einstein; él pensó que yo era uno de esos estudiantes que no iba a aportarle nada.

 Nuestros prejuicios fueron arruinados después. El era un músico que tocaba el saxo y le gustaban las cosas artísticas, junto con una mente inteligente y siempre curiosa. Después se convertiría en uno de los admiradores de mi personalidad, mi pasión por escribir y mi forma general de ver la vida.

 El grado 11 fue un momento extraño en mi vida. Había días que me sentía miserable y no quería estar en la escuela porque había demasiadas cosas en mi cabeza. La mayoría de esos días iba a ver al Profesor Plonsey. Le decía lo que fuera que estaba pensando — lo que iba bien, lo que iba mal, lo que acababa de escribir, lo que estaba pensando en escribir.

 A cambio, me dio algo que ningún otro profesor me había dado: escucha y comprensión. No me daba respuestas que se le acababan de ocurrir ni esperaba que yo las memorizara, sino que me escuchaba y demostraba que no sólo me entendía sino que apreciaba que yo fuera tan honesto. Era también el primero, y en ese momento el único, que creyó en mi talento para escribir, algo que hizo crecer mi confianza y entusiasmo.

 Siempre pude hablar con el Profesor Plonsey de lo que estaba pasando en mi vida y se convirtió en una pieza de mucho valor en mi vida para mantener mi mente sana en la escuela en un momento en el que pensé que todo se iba a romper en pedazos.

(Torriano, 18, estudia actualmente en un community college y hace prácticas en YO! Youth Outlook y The Beat Within.)