Mamá ¿puedo ayudarte?

Arturo Chong

Por: Arturo Gudiño Chong

Se dice que las mujeres son frágiles y delicadas, y sin embargo son ejemplo continuo de valor, sabiduría, fuerza y protección. Estos seres no sólo son admirados por su belleza, sino también por su paz interior y sus cualidades plenas de ternura que hacen sentir el reino de los cielos aquí en la tierra.

Una vez al año se celebra el día de las madres. Todo un acontecimiento lleno de devoción y cariño que me gusta mucho admirar por las expre-siones de amor que conlleva. Me refiero a todo tipo de regalos, incluida la cascada de abrazos, besos y atenciones —esos obsequios que son gratis y que se pueden dar todos los días.

Hace dos años falleció mi madre. Qué sensación tan triste la de sentirme solo, desamparado, pensando todo aquello que pude hacer y no hice. Al mismo tiempo, agradecido por todo lo que recibí. En esos momentos tan difíciles la Biblia fue mi refugio.

I Juan 4:16 dice: “Dios es amor”. Cuando pienso en esta cita me puedo imaginar a un Padre bondadoso enseñando a sus hijos y también puedo evocar a una Madre llena de cariño, alimentando y protegiendo a los mismos. La idea de ver a Dios como Padre y Madre a la vez fue presentada en el año de 1866 por Mary Baker Eddy. Esta autora y pensadora estadounidense, a pesar de las restricciones de su época, se llenó de valor e inspiró a muchas personas con su libro “Ciencia y Salud con la llave de las Escrituras”.

En esta su obra principal, Eddy presenta un sistema de curación basado en la oración y muestra la importancia de establecer una relación con Dios. De hecho así fue como encontré consuelo: sabiendo que Dios estaba presente ahí mismo, abrazándome. En esos duros momentos pude sentir su presencia, comunicando y amando como lo hace una verdadera madre.

Otra cita que me ayudó mucho está en las palabras de Jesús a su madre María y a su discípulo Juan cuando dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, he ahí tu madre” (Juan 19:26-27). ¡Qué forma tan hermosa de sanar la pérdida y traer consuelo y paz!

Y hablando de paz, pienso que una forma de ayuda radica en que una madre pueda ver a sus hijos felices. A esas mujeres que han creído perdido a su hijo —porque está hundido en los vicios o ha sido víctima de un acto ilícito— quitemos de su rostro el dolor que produce la impotencia y la desesperanza.

Volvamos a los brazos que nos enseñaron a hacer buenas obras.

Sin importar nuestras creencias religiosas, oremos también continuamente por una comunidad libre de vicios donde haya seguridad. Por un lugar en donde todos podamos disfrutar como niños que se saben amados profundamente por una Madre, y enseñados y guiados por un Padre. Aprovechemos todos los días para honrar a nuestras madres y hacerlo de verdad, porque el lugar que ocupan en nuestro corazón sólo puede llenarse con amor.

A su vez, reconozcamos el importante papel que desempeñamos como hijos esforzándonos por hacer una buena obra cada día. Actuemos con amor los unos con los otros. Demos a nuestras Madres y a Dios el regalo que se merecen, ayudando a crear un mundo mejor con nuestra devoción y dedicación incondicional.

¡El trabajo y respeto diario hacia nuestros valores com-partidos nos hace dignos del amor que recibimos!

Arturo Gudiño Chong es portavoz de la Ciencia Cristiana en México. www.blogcienciacristiana.com Twitter: @artsist

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