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<p>Aunque parezca insólito e inconcebible, en mi sueño apareció la figura diminuta del perro más famoso del país. Fue como una fábula o un cuento de dibujos animados. Allí estaba Bo, en la Casa Blanca, meneado la cola y saltando de alegría, junto a las dos hijas del Presidente Obama, listo para abrir su regalo de Navidad.</p>
<p>Era la primera Navidad con los Obama. Muy crédulo al mito de Santa Claus, dos meses atrás, Bo había agarrado un bolígrafo de tinta azul y un papel de carta para dirigirse al entrañable señor de barba blanca, casaca y pantalón rojo con vivos blancos.</p>
<p>Empezó con un breve saludo. “Estimado Señor Santa”, escribió. Luego siguió con un agradecimiento personal por haberlo ubicado en una casa gigantesca, tan grande como un manzanar de colonial, con habitaciones amplias, jardines primaverales y una familia infinitamente agradable.</p>
<p>En el siguiente párrafo especificó que desearía que su padre, el Presidente Barack Obama, y su madre Michelle tengan una vida juntos hasta que la vida los depare otro futuro. “Son dos seres incomparables”, comentó.</p>
<p>Así, los Obama estaban reunidos en la sala familiar de la Casa Blanca, frente a un árbol navideño majestuoso y a una chimenea de ladrillos, cuyo fuego hacía resplandecer los diversos ornamentos navideños ubicados cuidadosamente en cada uno los gajos verdes.</p>
<p>Como normalmente sucede en las familias norteamericanas, el más pequeño tiene el privilegio de abrir los primeros regalos. Natasha fue la primera en inclinarse a recoger las suyas. Se aproximó a uno de ellos, la levantó y abrió un pequeño cartón forrado por un papel de matices de color y dibujos alegóricos a la Navidad. Dentro de la pieza descubrió un I-Pod Touch que había encomendado a Santa Claus.</p>
<p>Era un festín enloquecedor de abrir y mostrar regalos. Natasha disfrutó como nadie.</p>
<p>El segundo lugar correspondió a la hija mayor de los Obama. A diferencia de la primera, Malia ya se había dado cuenta que el hombre gordo y la risa lacónica era el resultado de un mito europeo que se fue extendiendo a través de los tiempos por todo el mundo y que fue desplazando la creencia del nacimiento de Jesucristo.</p>
<p>Malia estuvo muy feliz al encontrar un piano alemán de madera entre sus regalos. Según su padre, dicho instrumento pertenecía a una de las figuras más reconocidas del universo de la música clásica.</p>
<p>En eso siguió Michelle, esposa del Presidente. Su paquete no era nada ostentoso, apenas tenía el tamaño de un pequeño libro. Lo abrió y se encontró con un collar precioso de oro y diamantes del reconocido diseñador Roberto Coin.</p>
<p>Luego era el turno del Presidente Obama. Su regalo más bien parecía un sobre de carta que provenía del Congreso. Apresuradamente lo abrió y allí encontró un acta del poder legislativo donde indicaba que su proyecto de seguro universal para las familias norteamericanas era una realidad. La firmó y brindó con toda su familia.</p>
<p>Así, casi a la media noche, allí, a lado del árbol, descansaba el regalo de Bo. Las niñas le ayudaron a abrirlo. Del paquete saltó una canina muy bonita, de pelos bronceados, y muy perfumada. En su collar leía el nombre de MI. Para Bo era un sueño hecho realidad. ¿Será que los Obama adoptan otra mascota?</p>
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