El Amor de un Padre Hondureño que Venció Todos los Obstáculos

<p> </p><figure id="attachment_49012" aria-describedby="caption-attachment-49012" style="width: 169px" class="wp-caption alignright"><img loading="lazy" src="http://laprensa-sandiego.org/wp-content/uploads/2018/12/DSC02120_1-169x…; alt="" width="169" height="300" class="size-medium wp-image-49012" srcset="https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0212… 169w, https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0212… 576w, https://dev-laprensa.pantheonsite.io/wp-content/uploads/2018/12/DSC0212… 1276w" sizes="(max-width: 169px) 100vw, 169px"><figcaption id="caption-attachment-49012" class="wp-caption-text">Juan Alberto y Leslie</figcaption></figure><p></p>
<p>Juan Alberto Matheu Bajurto decidió un día de septiembre empujar una carriola en que transportaba a su hija Leslie, con parálisis cerebral, desde Ocotepeque en Honduras a Tijuana, para pedir ayuda para la niña de nueve años.</p>
<p>Durante 20 días caminó por carreteras, a veces empujaba la carriola y en ocasiones cargaba a su hija para avanzar. Después de cuestas, días de intenso sol, de lluvia, de hambre, apenas habían llegado a Guatemala cuando de pronto comenzó a correr la voz de que en San Pedro Sula se formaba una caravana de migrantes a la frontera.</p>
<p>“No, pues, me voy a ir con todos ellos; sirve que nos ayudamos unos a otros”. La caravana lo alcanzó cuando Matheu Bajurto, de 26 años, estaba por alcanzar la frontera con México.</p>
<p>Había trabajado en Honduras como empleado de seguridad privada desde los 17 años “pero no siempre había trabajo, y lo que ganaba no alcanzaba para las medicinas de Leslie. Teníamos para comer, pero nada más”.</p>
<p>Cuando los médicos comenzaron a pedirle análisis más costosos, de clínicas privadas, “se me encogía el pecho, porque yo decía ¿y de dónde voy a tener yo para esto? ¿cuántas veces me van a pedir estudios como como estos?”.</p>
<p>El viernes 14 de septiembre, Juan Alberto invirtió parte de sus ahorros en comprar una carreola de segunda mano.</p>
<p>El sábado 15 de septiembre, bañó y vistió a Leslie, le puso un suéter, la colocó con cuidado en la en la carreola y le dijo a su pareja que si ella no quería caminar hasta Estados Unidos, él lo entendería. </p>
<p>Su único equipaje era una cobijita para Leslie.</p>
<p>Juan Alberto salió de casa y comenzó a empujar la carreola 4,500 kilómetros a Tijuana casi sin dinero, sin comida, con un poco de agua y una esperanza y decisión enormes de no parar hasta encontrar ayuda para su hija. “Ya verás”, le decía a Leslie, “vas a ve que vamos a encontrar ayuda para comprar tus medicinas”.</p>
<p>Nunca habían estado en México y el padre de Leslie dice que le sorprendió encontrar gente que quisiera ayudarlo. Les platicaban que primero pensaba en viajar solo a Estados Unidos, trabajar y mandar dinero para comprar medicamentos a Leslie.</p>
<p>Pero en cada ocasión le ganaba la preocupación de padre. Decía, “no, mejor me la llevo conmigo, no la puedo dejar en Honduras, ¿cómo voy a saber si va a estar bien?”. </p>
<p>Hacía casi un mes que había salido de su casa cuando en Oaxaca conoció a una mujer de San Diego, Paula Mendoza, fundadora de la Marcha de las Mujeres, que le animó. “Si llegas a Tijuana, buscaré ayudarte”, le dijo. </p>
<p>Era esperanza para el camino difícil. Leslie sin proponérselo metía los piecitos a las ruedas de la carreola y la frenaba; la niña se lastimaba varias veces cada día. </p>
<p>En un descanso en Córdova, Veracruz, una mujer observaba cómo batallaba Juan Alberto para continuar con su hija lastimada en los pies. A la mañana siguiente la mujer llegó temprano con una silla de ruedas. “Para tu niña”, le dijo. “Ya tira esa carreola antes que la vayas a dejar sin pies”.</p>
<p>Semanas después llagaba a Tijuana, casi a la puerta de Estados Unidos, donde por primera vez lo ofendían, por ser padre, y por llegar de Honduras.</p>
<p>Sin embargo, Paula Mendoza, fiel a su oferta de Oaxaca, comenzó a ayudar a Juan Alberto cuando él y Leslie se instalaron en el refugio El Barretal. </p>
<p>Fue en una de las ocasiones en que Paula fue a ayudar a Juan Alberto y Leslie, que la mujer de San Diego se encontró en El Barretal con Mark Lane, un investigador de abogados, activista de derechos humanos que pasaba el día ocupado entre recoger donativos en San Diego y llevarlos a Tijuana.</p>
<p>Paula había ayudado a padre e hija a inscribirse para esperar turno para pasar a la garita Pedwest a entrevista de asilo, pero el turno llegaría por lo menos en cuatro meses y Leslie cada día estaba peor. No tenía medicinas desde antes de salir de Honduras y ya comenzaba a tener ataques epilépticos.</p>
<p>Paula y Mark corrieron la voz y una mujer ofreció pagar estudios de un neurólogo pediatra en Tijuana, otra persona se encargó de surtir la receta tan pronto como pudo. Mark Lane mientras tanto fue a hablar con oficiales del Grupo Beta de protección a migrantes en México a quienes platicó la situación.</p>
<p>El miércoles 5 de diciembre Mark recibió una llamada en su casa en San Diego. “véngase ya y traiga al papá con su niña, lo vamos a poner al frente del grupo que va a pasar a solicitar asilo; no sabemos si va a funcionar o si los estadunidenses lo van a aceptar, pero lo vamos a intentar”.</p>
<p>Un rato después el investigador de abogados llevó en su carro a padre e hija a Pedwest y sí, finalmente entraban a Estados Unidos a pedir ayuda para Leslie.</p>
<p>“Estuvieron cuatro días dentro de la garita sin poderse comunicar y no sabíamos nada, estábamos ya preocupados”, platicó Lane.</p>
<p>El domingo anochecía cuando le llamaron de la oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Eran más de las 5 de la tarde y el aviso decía que dejarían en libertad condicional a Juan Alberto y Leslie en San Ysidro.</p>
<p>Juan Alberto llevaba un grillete electrónico en un tobillo (como ordenó un juez de migración) cuando por primera vez en su vida piso una calle estadounidense.</p>
<p>Cuando La Prensa de San Diego pasó a visitarlo el martes 11, a Juan Alberto no le importaba llevar el grillete. Acababa de bañar y ahora peinaba a Leslie en el jardín de una casa en Bonita donde una maestra los acoge temporalmente.</p>
<p>Desde inicios de septiembre, ahora por primera vez Leslie tiene medicinas. Mark Lane abrió una cuenta para mantener esos medicamentos en la página web Minority Humanitarian Foundation.</p>

Author
Manuel Ocaño