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<p>María Chávez volvió a nacer hace una década y desde entonces, ha dedicado esta segunda oportunidad a orientar con su conocimiento a quien lo necesite.<br>
Nacida en Mexicali, Baja California, Maria emigró junto a su familia a El Centro, California, a los once años. Ahí, ella ayudó a sus padres, ambos trabajadores agrícolas, con las labores del campo. El cumplir con estas obligaciones no le impidió ir a la escuela e inclusive, le motivó a aspirar a una vida diferente.<br>
Fue así como inició la que sería una impecable trayectoria en el rubro educativo de California. Para ello, recibió el primer empujón del programa California Mini-Corps, una iniciativa que apoya a jornaleros o hijos de jornaleros que deseen desempeñarse como maestros.<br>
“Es un apoyo moral, un apoyo que te hace quedarte en la universidad, es un apoyo al que no le puedes poner precio”, expresa María al referirse al programa.<br>
Este programa, que este año cumple su 50 aniversario, le dio la oportunidad de aprender como asistente de maestra y posteriormente maestra de grupo. Aunque su sueño al crecer siempre fue ser profesora de aula, únicamente lo realizó durante seis años ya que la vida le tenía preparado otro camino.<br>
La frustración de no ver cambios en algunas escuelas, hizo que María buscara un lugar en la mesa donde se toman las decisiones, en un intento por impactar positivamente la mayor cantidad de vidas posible.<br>
“Entendí que para hacer cambios más grandes había que salir del salón, porque ahí tienes impacto en 30 alumnos pero por fuera ya puedes hacer impacto en más personas”, recuerda.<br>
A finales de los noventa, Chávez llegó a San Diego, donde encontró una oportunidad en la Oficina de Educación del Condado como directora ejecutiva del programa de educación migrante.<br>
Este cargo, le permitió volver a sus raíces y ayudar desde su trinchera a otros hijos de inmigrantes que sueñan con continuar sus estudios y tener nuevas oportunidades. Chávez tuvo la dicha de colaborar nuevamente con California Mini-Corps, e inclusive recuerda que en alguna ocasión, llegó a tener hasta más de 14 mil estudiantes en un año.<br>
María Chávez fue además una de las primeras catedráticas en el estado en recibir una credencial de Maestra Bilingüe Cultural.<br>
En la cúspide de su carrera, justo cuando había terminado su doctorado y con proyectos educativos en puerta, sucedió lo inesperado. Hace diez años se le detectó un aneurisma cerebral con el cual, doctores le daban muy pocas probabilidades de sobrevivir a la operación.<br>
Lo único que Chávez pidió al doctor es que la esperara unos meses porque se aproximaba su cumpleaños y “no quería morir antes de los 45 años”. Antes de la cirugía, estuvo unos días en casa, despidiéndose de sus seres queridos y preparando lo necesario para antes de su pensada partida.<br>
“Pensé que no iba a regresar”, confiesa Chávez, a quien la vida le dio una nueva oportunidad.<br>
María recuerda que despertó y durante los meses siguientes, veía como si viera “una película en tercera dimensión pero sin lentes”, además que sus cinco sentidos se agudizaron al grado de que escuchaba a niveles intolerantes y podía percibir olores a metros de distancia.<br>
Los siguientes seis meses fueron “como de película de terror”, pero también le dieron la oportunidad de reflexionar sobre su vida. Su amor por la cátedra derivó en que intentara volver a trabajar, aunque el miedo a una recaída la obligaron a poner fin a su carrera profesional.<br>
“No me arrepiento, fue una trayectoria muy bonita”, subrayó.<br>
Tras residir una época en Tijuana, hace poco más de un adquirió una casa y regresó a San Diego, en donde ahora, dedica su tiempo a dar orientación de cualquier tipo o quizá únicamente estar ahí para dar tranquilidad a quien lo necesita.<br>
“Yo escucho a la persona sólo si está dispuesta a cambiar su vida y a cambio, esa persona va a trabajar con otras, yo le llamo el efecto multiplicador”, enfatizó. “Esta casa es ahora como un refugio, aquí ha llegado gente que ni conocía, gente que necesitaba un lugar donde quedarse unos días para renovar su energía y encontrar nuevamente su camino”.<br>
Misión La Mariposa es el nombre con el cual bautizó a su guarida, ya que es un sitio que le ha dado paz y energía para volver a salir a la calle.<br>
De esta manera, María quiere aprovechar al máximo cada día y continuar con su vocación de educadora aunque no sea en un aula de clases tradicional. Hoy, le queda la satisfacción de saber que ayudó a generaciones de inmigrantes, muchos de ellos, que todavía siguen en contacto con ella y que inclusive, cumplieron su meta de convertirse en maestros.<br>
“Es tan bonito esto de la educación, es algo que no tiene paga”, consideró Chávez, quien no puede contener su emoción al recordar sus años en los salones de clases. “La recompensa es escuchar las historias de los que fueron mis alumnos”.</p>
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