La Vida Después de la Guerra

Por Katia Lopez Hodoyan 

Olga Mireles
Olga Mireles

Tres años es mucho tiempo. Ha sido suficiente tiempo para que Olga Mireles compre una casa, aprenda a pescar, conozca nuevos amigos, y maneje su moto Harley Davidson a por el Condado de San Diego.

Sin embargo, para otras cosas, el tiempo es irrelevante. Ya pasaron tres años desde que Mireles regresó a casa después de su última ronda de servicio militar. Está lejos de la guerra, pero de cierta forma aún la vive. El ruido inesperado de un motor encendido le puede provocar un ataque de ansiedad.

No se siente tranquila entre multitudes, y mantiene su arma a la mano cuando está en casa. No es fácil hacer la transición a la vida civil; a veces, no es suficiente una vida entera para hacer un ajuste completo.

Las cicatrices mentales están presentes, pero existen también retos físicos. A raíz de haber trabajado cerca de las refinerías de petróleo en su última misión, Mireles sufre de una tos crónica. Mireles también sufre de apnea, por lo que despierta de su sueño ansiosamente intentando recuperar el aire.

“Definitivamente es un proceso, ya que no sólo se trata de un factor”,  explica Mireles. “Cuando regresé, me encerré como por un mes para estar sóla, y tener tiempo de reflexionar acerca de todo”.

Mireles sirvió en  tres misiones militares en el extranjero, en Iraq, en Kuwait, y otra región cuál prefiere guardar en secreto. Pero sí accede a compartir que una de sus responsabilidades era supervisar a presos peligrosos: hombres considerados como terroristas, que en un momento estarían dispuestos a matar a civiles.

“Algunos de los presos aventaban orina y excremento a los guardias americanos”,  dice tranquilamente Mireles. “Con el pasar de los días, eso puede ocasionar mucho coraje. Luego te enteras que un colega se acaba de suicidar. Tarde o temprano, lo empiezas a resentir”.

Las cicatrices de la guerra son tangibles. Según el Departamento de Asuntos de Veteranos, un promedio de 22 veteranos se suicidan a diario en los Estados Unidos. Esta estadística tan trágica ha recibido recientemente una ola de atención gracias al “22 Push-Up Challenge” de las redes sociales. La meta es que el público suba videos haciendo 22 lagartijas para apoyar a los veteranos, y dar a conocer esta problemática, debido a la presencia de bases militares en San Diego, la campaña es sumamente relevante.

“No es fácil hablar acerca del suicidio, pero indiscutiblemente sucede”,  dice Mireles. “Cuando estás en el extranjero, formas parte de una gran familia disfuncional, pero es tu familia. Cuando llega el momento de regresar a casa, uno se puede sentir totalmente perdido”.

Debido a la gran necesidad de apoyo y de servicios, el Departamento de Asuntos de Veteranos puede no abastecer adecuadamente. Varias organizaciones están apoyando  para ayudar a los veteranos a manejar los retos tanto físicos como emocionales, y mentales que resultan al querer hacer la transición a la vida civil. Una de esas organizaciones se llama Courage to Call,  o Valor para Llamar. Esta línea abierta 24 horas al día, siete días de la semana, da asistencia a los veteranos comunicándolos con colegas que han tenido experiencias similares.

“Courage To Call recibe aproximadamente de 150 a 175 llamadas por semana”, dice Jennifer Santis, a través de una respuesta por escrito a La Prensa San Diego.

 “Los síntomas se pueden multiplicar. Los miembros del servicio militar, los veteranos, las familias de los veteranos, sufren de trastorno por estrés postraumático, depresión, pensamientos de suicidio, o vuelven a revivir condiciones traumáticas”.

Mireles comprende el precio de la guerra, pero a la vez, extraña el compañerismo, el sentido de propósito, y la adrenalina de la vida militar. Hace cinco años que compartió su historia con La Prensa San Diego. Su patriotismo está aún intachable, pero reconoce que su vida está marcada por la obscuridad de la guerra: no puede borrar el dolor que ha experimentado, las cicatrices han egoístamente cobrado su lugar en su cuerpo y en su mente.

Es una experiencia única, que a la vez comparte con miles de veteranos esparcidos a través de los Estados Unidos y en el extranjero.

Su profundo patriotismo está grabado en su ADN. El padre de Mireles estuvo en el servicio militar, al igual que su hermano. En este enero pasado tenía en mente otro servicio en el extranjero, pero le fue negado por sus superiores después de revisar su expediente. Los superiores determinaron que necesitaba más tiempo para ajustarse a sus nuevas recetas médicas que le han ayudado a aminorar su depresión y sus síntomas de trastorno por estrés postraumático, pero aún queda un largo camino por delante.

“He intentado todo” dice Mireles. “Después de Kuwait, trate la meditación, programas de veteranos, inclusive terapia acuática, en realidad, ninguno funcionó del todo, necesitaba algo diferente. Todos los veteranos necesitan encontrar ese punto donde se puedan relajar y manejar adecuadamente el estrés”.

Para aquellos que aún están luchando para readaptarse, Courage to Call invita a los veteranos con necesidad a llamar al numero 211. El equipo también cuenta son servicio en español, para ayudar a los veteranos Hispanos y a sus familias.

“Ayudamos con necesidades básicas, desde búsquedas de casa, ropa, comida y utilidades, apoyo transicional y orientación financiera” dice Santis, “hasta ayuda legal, trabajo, recreación, enriquecimiento social, apoyo familiar, consejería e información de beneficios”.

Puesto que a Mireles se le negó recientemente un nuevo servicio en el extranjero, y se le clasificó como temporalmente no calificada físicamente, ella ha desarrollado una gran variedad de pasatiempos. Las actividades de los veteranos y otros grupos la tienen muy activa, la guerra nunca es fácil. Pero a pesar de las altas y bajas de la vida militar, Mireles dice que no se arrepiente de sus 19 años de servicio, aún le queda un año más para retirarse.

Recientemente empezó a buscar un trabajo de tiempo completo, está totalmente abierta a otras opciones de empleo, pero tiene una condición específica.

“Empecé a mandar solicitudes”, dice Mireles. “Estoy buscando un puesto en donde no tenga que llevar una pistola diario al trabajo”.