Por León Bravo
Este personaje no usa capa para volar por los aires, su cuerpo no resiste el impacto de las balas, y no tiene poderes especiales para vencer a los malvados que quieren acabar con el globo terráqueo.
Este súper hombre solo se pone unos pantaloncillos ajustados de modernas telas sintéticas para salir a conquistar el mundo.
Para realizar sus proezas, requiere cubrirse la cabeza con una capucha elástica, y su mirada la esconde tras unos delgados lentes negros de plástico.
Su torso parece haber sido esculpido por un dios griego de la belleza anatómica, y el poderío con el que mueve sus piernas es solamente comparable con la velocidad en la que se mueven las aspas de un helicóptero.
Michael Phelps es el ser humano que más cerca está de ser considerado un Superman de la vida real.
La actuación que el nadador de los Estados Unidos le regaló al mundo en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro es el último capítulo que necesitaba escribir para convertirse en una leyenda viviente.
Lo realizado por Phelps en sus cinco apariciones olímpicas, es algo que ninguna otra generación volverá a atestiguar.
A los 31 años de edad, Phelps llegó a Rio de Janeiro como el atleta más condecorado de la historia con 22 medallas colgadas al cuello, de las cuales 18 eran de oro, dos de plata y dos de bronce.
En Río 2016 Phelps cosechó cinco presas más de oro y una de plata para de esa manera retirarse de las piscinas con un total de 28 condecoraciones en su pecho.
El “Tritón de Baltimore” dejó una marca que jamás será superada por ningún otro atleta en la historia del deporte.
Será imposible que otro ser humano, si es que Phelps lo es, compita en cinco Juegos Olímpicos y gane medallas en 28 de las 30 pruebas en las que participó.
La disciplina con la que Phelps se preparó para convertirse en el súper atleta de todos los tiempos, es algo que no se le puede negar.
Es verdad que en un lapso de su vida cayó en excesos, e incluso fue suspendido del deporte por consumo de sustancias prohibidas, pero esos errores lo hacen ser más grande aún.
Y lo hacen ser más grande, porque en su momento aceptó que necesitaba ayuda, él mismo se miró al espejo y supo destruir la imagen negativa que vio reflejada.
A partir de sus errores, Phelps se hizo más fuerte, se hizo más hombre, se hizo más humano.
Ahora, casado y con un pequeña hija, Phelps es el prototipo de cualquier modelo que se quiera seguir para llegar al éxito.
En su niñez Phelps debió sobreponerse al divorcio de sus padres, que eventualmente lo llevó a distanciarse de su padre.
Cuando Phelps comenzó a destacar en la natación, le quedaba poco tiempo para frecuentar a su progenitor, motivo por el cual la comunicación entre ambos se rompió.
Las dificultades emocionales por las que atravesó en esos momentos quedaron ahogadas en el fondo de la piscina, en esa misma piscina en donde construyó al Superman que hoy conocemos.