Papa Francisco en Bolivia

Comentario:
Por Humberto Caspa, Ph.D.

Durante la gestión del Papa Benedicto XVI, la Iglesia Católica estaba empezando a perder su mística, su encanto y su esencia religiosa. La llegada del Papa Francisco le devolvió la vida al Vaticano y le infundió esperanza al mundo entero.

Hoy, a su arribo en tierras altiplánicas, los bolivianosesperan que no solamente los inspire, sino también que transmita ese mensaje de solidaridad al pueblo chileno, especialmente a sus gobernantes, para que un futuro mediato tanto aymaras, como quechuas, tupi guaraníes, urus y otras etnias bolivianas puedan nuevamente transitar el continente Americano y volver a las costas del pacífico.

La visita del Papá nunca debería tener un ingrediente político. Debería, por el contrario, concentrarse enteramente en la religión, en el perdón de los pecados, en la palabra de Dios, la salvación y otros temas que predicó Jesús de Nazareth mientras vivía en tierras palestinas.

Sin embargo, el Papa no está absuelto del ejercicio de la política. Hay veces la necesidad de guiar al mundo por el camino de la “salvación” –para que la gente y las naciones puedan resolver sus conflictos internos y externos por medio de mecanismos diplomáticos—,ha motivado al Papa a involucrarse en la política.

Recientemente, en el proceso de apertura de reinicio de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, el Papa Francisco intervino y permitió que los líderes de estos dos países, Barack Obama y Raúl Castro, respectivamente, dejen a un lado sus diferencias y empiecen una vida diplomática más llevadera.

En 1978, Chile y Argentina estuvieron al borde de la guerra por un problema limítrofe en el Canal de Beagle. Cuando todas las opciones de paz estuvieron consumadas, el Papa Juan Pablo II fue invitado a intervenir como árbitro para resolver un problema que podía haberse expandido a tierras peruanas y bolivianas. Como un genio de la paz, la Santa Sede tomo cartas en el asunto y dirimió un acta de paz que fue firmado por los dos países en Montevideo, en enero de 1979. La guerra se disolvió.

Esta semana, en su visita a Ecuador, el Papa Francisco se pronunció claramente en torno al evangelio como un camino hacia el diálogo y la resolución de conflictos:

“Nosotros podemos encontrar en el evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones”.

A pesar de que estas palabras hacen alusión a los problemas internos de un país como Ecuador, la resolución de conflictos, a través del diálogo en el plano internacional, es también un mecanismo apropiado.

Desde su derrota en la Guerra del Pacífico de 1879, Bolivia ha vivido enclaustrado, sin acceso al Océano Pacífico y alejado del mundo comercial. El Tratado de Paz y Amistad de 1904, el cual fue impuesto y no firmado voluntariamente, selló el destino boliviano a la oscuridad.

En la visita del Papa Francisco a tierras bolivianas, el gobierno de Evo Morales tiene esperanza de que el Sumo Pontífice se pronuncie en torno al tema marítimo con Chile. Hay veces, como sucedió en los dos casos anteriores, el Papa tiene poderes celestiales que mueven olas y convence al más testarudo de los seres humanos. Bolivia merece una pequeña porción de tierra que perdió en una guerra injusta.

Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com

Category