El Rostro de la Esperanza

LA COLUMNA VERTEBRAL
El Soporte Informativo Para Millones de Hispanos
Por José López Zamorano

Me bastó ver el rostro de la inmigrante indocumentada mexicana Adriana Peláez para entender el alcance profundo de la decisión del presidente Barack Obama de recurrir a la acción ejecutiva para dar un respiro migratorio temporal que potencialmente podría beneficiar a 5 millones de inmigrantes indocumentados.

Acompañada de sus dos hijos, el más pequeño acurrucado en su carriola, llegó a la Casa Blanca sin importarle las inclemencias del frío para agradecerle al presidente el valor político de ignorar las amenazas de los republicanos y darle a la comunidad de inmigrantes uno de los mejores regalos de Navidad.

Aunque me compartió la felicidad que sentía por haberse quitado de la espalda el peligro de una deportación —toda vez que es elegible para recibir los beneficios de la acción ejecutiva del presidente—, dejó en claro que seguirá en la lucha, en las movilizaciones, hasta que se logre una solución para todos y con carácter definitivo.

La reacción de la inmigrante indocumentada resume en mi opinión el ánimo de la comunidad latina de Estados Unidos, incluidos aquellos que son residentes permanentes o ciudadanos: Es un extraordinario primer paso positivo, pero no se ha perdido de vista que la meta final será una reforma migratoria aprobada por el Congreso.

Es posible hacer muchas lecturas de la decisión presi-dencial: Pudo haber sido una reacción natural al descalabro político de los demócratas el 4 de noviembre y un cálculo político hacia las elecciones presidenciales del 2016. Pudo ser un intento de Obama de solidificar su legado como campeón de la causa de los más vulnerables o un genuino interés por componer las injusticias del sistema migratorio. O una combinación de todo lo anterior.

Pero más allá de las interpretaciones posibles, es un hecho que su decisión –aunque temporal e imperfecta— tendrá un impacto real en la vida de millones de familias.

Por los pronto, la acción ejecutiva del presidente abre una respiro a unos 4 millones de inmigrantes indocumentados que tengan hijos que sean ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes y que hayan estado en el país ininterrumpidamente durante 5 años, carezcan de antecedentes de delitos mayores y estén dispuestos a pagar impuestos.

Otros 300,000 indocumentados podrán recibir los beneficios del llamado Programa de Acción Diferida (DACA), toda vez que se eliminan algunos de los techos de edad y se extiende la cobertura a todos aquellos que llegaron a Estados Unidos antes del 2010. Con anterioridad la fecha límite era el 2007. Adicionalmente seguirán con los beneficios los 600,000 jóvenes “soñadores” que se inscribieron a la primera roda de DACA.

Todos aquellos interesados recibirán a partir del próximo año un permiso laboral de tres años. Para muchos serán sus primeros papeles legales dentro del país.

Sin embargo aún no está claro cuántos de los inmigrantes indocumentados elegibles aceptarán sumarse a la propuesta presidencial. Encuestas previas muestran que muchos inmigrantes indocumentados aprecian con escepticismo las medidas de alivio parcial, porque las ven como la puerta para ser fichados, sin garantías de que puedan permanecer en el país de manera permanente.

Un ejemplo claro de la desconfianza fue evidente con el programa DACA. Aunque algunos grupos independientes estimaron que el universo potencial de beneficiarios era de hasta 1.8 millones de jóvenes. Sólo 600,000 se han enrolado a dos años de su entrada en vigor.

Pero las actitudes del público registran siempre una natural evolución y espero que la acción presidencial sea correspondida por una respuesta positiva de similar intensidad por parte de los inmigrantes elegibles. Un primer sondeo realizado por Latino Decisions esta semana muestra que un 89 por ciento de los votantes latinos registrados apoya la acción del presidente. El respaldo trasciende las divisiones partidistas y las nacionalidades. Es un buen indicio.

Este viernes la primera dama Michelle Obama develará el flamante árbol de Navidad de la Casa Blanca, para continuar una tradición enraizada en el ánimo del público. Pero para millones de indocumentados, el espíritu de la Navidad no sólo llegó por adelantado, sino que revitalizó la flama de una esperanza que parecía estar a punto de extinguirse.