Comentario:
Por Humberto Caspa, Ph.D.
Todos sabíamos que nada, ni los tratados secretointernos de los republicanos y demócratas en los “pasillos” del Congreso, ni las plegarias del presidente Barack Obama, iban a detener una caída estrepitosa de la economía nacional al fondo del precipicio.
Así decían los medios de comunicación escrita, así lo habían anticipado algunos comentaristas de la televisión y el Internet, y así presumiblemente esperaba la Casa Blanca, al ver que los republicanos estaban casi volcados a no incrementar ni un centavo de los impuestos de los más ricachones del universo económico.
No fue así. Tanto republicanos y demócratas en el Congreso acudieron al llamado de la nación y resolvieron inclinarse por el compromiso político y dejar que los elementos radicales de sus respectivos partidos se mantengan alejados momentáneamente de las decisiones del país.
El compromiso político es simple y tiene una duración de dos meses. El acuerdo incluye un incremento de impuestos a aquellos individuos que ganan más de $400.000 y aquellas familias que devengan más de $450.000. Asimismo, el acuerdo va a mantener a flote los subsidios dirigidos a los préstamos de los estudiantes y de las familias, cuyos ingresos no distan mucho de la línea de pobreza; también se van a extender los programas federales de desempleo; no existirán recortes automáticos a los programas de defensa nacional (militares) y a aquellos programas sociales con respaldo federal. Al programa de Seguro Social no lo tocaron.
En este nuevo acuerdo, los perdedores son definitivamente el ala radical de los republicanos. Su nuevo frente moderado, liderado por el jefe de la Cámara Baja, John E. Boehner, decidió no seguir el mismo camino estrepitoso del ex jefe de su bancada, Newt Gingrich, quién se mantuvo obstinado con una política irracional de confrontación contra el presidente Bill Clinton después de su reelección en 1997.
En un ambiente político similar al periodo a la primera gestión del presidente Barack Obama, Newt Gingrich mantuvo una postura de choque contra la primera gestión del presidente Bill Clinton. Los acuerdos políticos entre republicanos y demócratas en la Cámara Baja eran muy raros.
Después de que Clinton fue reelegido por otros cuatro años, Gingrich quiso mantener esa misma postura altanera. A diferencia de hoy, los republicanos no aprobaron el presupuesto nacional de 1997-1998. La economía básicamente se cayó al precipicio, el sector federal –empleados y programas que respalda el fisco— no tuvo ingreso alguno para dosificar a la economía. Fueron momentos de crisis. Los republicanos le quitaron el mandato a Gingrich, y con él se fueron todas sus políticas de choque.
En este sentido, Boehner hizo lo correcto. El compromiso no simplemente lo mantendrá al frente de la Cámara Baja por otros dos años.
En dos meses, el Congreso nuevamente tendrá la tarea de resolver nuestros males económicos. Esperemos que Boehner y los suyos dejen la incongruencia que los caracterizó durante la primera gestión de la Administración Obama.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Ecomonics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com