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<p> Las escenas imborrables de los perros con los colmillos afilados y los hocicos babeantes lanzándose feroces contra jovencitos de raza negra y policías con cascos repartiendo bastonazos, están registradas en las películas en blanco y negro, de lo ocurrido en el Parque Ingram de Birmingham, Alabama, en abril de 1963.</p>
<p> Tres días antes del suceso, el apóstol de los derechos civiles de los afroamericanos, Martin Luther King, había llegado a esa ciudad, a la que había calificado como “la más segregada del país”, y donde fue arrestado y encarcelado para que en horas iluminadas escribiera su inolvidable “Carta desde una celda de Birmingham”.</p>
<p> King entendió que la única forma de cambiar la situación de los suyos, a los cuales se les discriminaba en todas las formas, era realizar actos de desobediencia civil.</p>
<p> El día de los perros, se efectuaba la segunda marcha pacífica de los niños, seres inermes a los que las autoridades trataron como criminales.</p>
<p> Ahora, 48 años después, allá mismo, en Alabama, la jueza federal, Sharon Lovelace Blackburn, entregó “de facto” una patente de corso, para que a los niños indocumentados hispanos de Alabama, en últimas, se les persiga como criminales, aún a los nacidos en territorio estadounidense, que son ciudadanos de este país.</p>
<p> “Todas las escuelas públicas primarias y secundarias en este estado, en el momento de la inscripción en la guardería o en cualquier grado en la escuela, deberá determinar si el estudiante inscrito en una escuela pública nació fuera de la jurisdicción de Estados Unidos o es hijo de un extranjero que está legalmente en Estados Unidos y califica para la asignación a una clase de Inglés como Segunda Lengua o de otro programa remedial”, dice la ley estatal antiinmigrante HB 56, en el texto que aprobó la jueza para aplicar en el ardiente estado del Sur.</p>
<p> Al texto de la HB 56 solo le falta reglamentar que le quiten el oxígeno a los indocumentados</p>
<p> “Ganó la intolerancia. Los xenófobos republicanos, los miembros del Tea Party, los racistas, los miembros del Ku Klux Klan, los segregacionistas (esos que izan aún la bandera de los confederados y creyentes de la esclavitud) han de estar brincando de gusto ante la impertinente, inhumana e injusta decisión”, señaló en su editorial, Ignacio Guajardo, director general de el periódico en español más importante de ese estado, con sede en Birmingham.</p>
<p> En su sentido escrito, Guajardo, pregunta: “¿Cómo imaginar al tal gobernador (Robert) Bentley como diácono de su iglesia Bautista, pregonando las bondades del cristianismo? y de seguir la palabra de Jesucristo que dijo claramente amarás y respetarás a tu prójimo como a ti mismo, sin condiciones de quién es, de dónde viene o qué hace. ¿Tendrá la vergüenza, Bentley, de pararse ante su comunidad religiosa este domingo y presumir que ha lastimado a más de 200,000 de sus hermanos en Cristo?”</p>
<p> Y agregó: “¿En dónde está la sensatez, en dónde la civilidad? Los seres humanos no pueden ser tratados como cosas, en donde un día los consideran indispensables para las faenas y al otro día los consideran indeseables”.</p>
<p> Es que Alabama fue el segundo estado del país de mayor crecimiento de población hispana del país en la última década, con un salto del 145%.</p>
<p> La comunidad hispana entera debe reaccionar por el veredicto en Alabama, que de ratificarse será un parte aguas que definirá el futuro de la situación de los latinos: Todos resultarán afectados, ciudadanos, residentes e individuos con otro estatus migratorio.</p>
<p> Estoy seguro que los “soñadores” y los activistas anglos con compasión estarán al frente contrarrestando la marejada antiinmigrante.</p>
<p> Más me preocupa la indiferencia de los 21 millones de votantes hispanos.</p>
<p> Como dijo el reverendo King en los sesenta: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras odiosas y las acciones de las personas malas, sino también por el silencio espantoso de la gente buena”.</p>
<p><em>Rafael Prieto Zartha es el director editorial del semanario Qué Pasa-Mi Gente, en Charlotte, Carolina del Norte.</em></p>