Comentario:
Por Humberto Caspa, Ph.D
Ollanta Humala surge como el personaje mítico de una de las obras cumbres de la literatura incaica, Ollantay, cuyo autor todavía está oculto bajo el velo de la anonimidad.
El personaje principal del drama incaico, Ollantay, fue uno de los militares más audaces del Inca Pachacutec, cuyo Imperio dominó la región andina antes de la colonia española.
Ollantay se rebeló contra su amo debido al gran amor que siente por Kusy Quyllur, cuyo padre, el Inca Pachacutec, no estaba de acuerdo con la relación del “general” y su hija. Sentía que Ollantay, no obstante de ser un gran militar, no pertenecía a los rangos sociales de la dinastía inca.
Pachacutec destierra a su hija Kusy Quyllur a una lugar secreto. Y como resultado, Ollantay abandona el imperio incaico, jura vengar la separación de su amada y promete destruir al Inca Pachacutec.
De la misma manera, Ollanta Humala fue un oficial militar de alto rango durante el gobierno de Alberto Fujimori. Comandó un batallón en Tinga María (1992) contra el grupo maoísta Sendero Luminoso y también estuvo involucrado en el conflicto bélico de la frontera con el Ecuador en 1995.
En parte, Humala se puede decir que contribuyó a sepultar las ambiciones de Abimael Guzmán, líder del senderismo, de crear un estado marxista-maoísta revolucionario en pleno corazón incaico.
No es sorpresa, por consiguiente, que se haya convertido en un oficial venerado por las clases populares. Sin embargo, Humala se rebeló contra el presidente Alberto Fujimori por cuestiones políticas y personales.
No estaba de acuerdo con la mano dura del fujimorismo, con la corrupción de algunos de oficiales de su gobierno, especialmente del controvertido jefe de inteligencia Vladimiro Montesinos.
La llegada de Humala al gobierno de Perú, más allá de los planes y proyectos económicos que seguramente pretenderá implementar durante su mandato presidencial, consolida el fenómeno social del indigenismo y el “cholismo” peruano.
Tanto la gente indígena en las zonas andinas, como las poblaciones mestizas de las zonas urbanas, no obstante de ser la gran mayoría de ese país, se encontraban en el anonimato político.
Los gobiernos de derecha e izquierda, e incluso los nacionalistas, los habían abandonado y raras veces reivindicaban sus derechos y necesidades sociales.
El “cholismo” rompió las mordazas sociales del pasado. Alejandro Toledo supo leer ese movimiento social, lo utilizó en su campaña política y se convirtió presidente.
Ollanta Humala hizo lo mismo. En cierta forma es producto de ese gran movimiento. Su llegada al poder está entremezclada con la mitología incaica y da a lugar a ciertas comparaciones con el drama de Ollantay que, llegado al momento, pueden no tener importancia en el análisis político.
De todos modos, Humala se constituirá en el nuevo presidente del Perú en unas semanas.
Hoy su postura es más de centro que de izquierda. Si mantiene esa tesitura política, seguramente afianzará el programa de Alan García, aunque existirá un despliegue económico por parte del gobierno a zonas donde el mercado libre normalmente los ignora. Tal vez se parecerá más a Lula da Silva que a Chávez.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Ecomonics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com