México del Norte
Por Jorge Mújica Murias
Hay cosas absurdas en este mundo, sin duda alguna, y una nota que viene de un ranchito de nombre Buncombe, en Carolina del Norte, ilustra bastante bien este hecho.
Antonio Hernández Carranza estuvo cuatro días en el tanque de la policía local. Se dedica a limpiar alfombras en Carson, Califas, y tiene una hermana en Tennessee, que es bien ducha para hacer tamales, y don Antonio decidió que sus tamales bien valían la pena hacerle una visita.
Manejó durante tres días y cuando no pudo más del cansancio se hizo a un lado de la carretera I-240 para echarse una pestañita. Ahí lo sorprendió la policía, y se acercaron a él para decirle que no podía quedarse a dormir. Antonio se puso al volante de inmediato y arrancó para seguir su viaje o encontrar otro lugar donde seguir durmiendo.
Esto no le hizo gracia a la policía, que decidió arrestarlo y revisarle el coche, y ponerle cargos legales, por lo que lo arrestaron por “presunta posesión de drogas, manejar ebrio e ignorar las órdenes de detenerse”. En una carta “aclaratoria” del sherife Van Duncan: “Nos preocupó su comportamiento extraño, no respondía a órdenes verbales, tuvimos que detenerlo. Un perro sabueso detectó la presencia de una sustancia extraña, que luego dio positiva por tres diferentes pruebas pero por la cantidad de la masa encontrada, enviamos una muestra al laboratorio de la Agencia Estatal de Investigación”.
También a Antonio le hicieron varias pruebas, de alcoholismo y drogas, y todas resultaron negativas.
Y lo que al perro le llamó la atención fue que Antonio llevaba harina para tamales, camarones y queso michoacano para festejar su reencuentro con su hermana. A la mejor el perro aulló por los camarones o por el queso, pero los policías se fijaron en la harina, que creyeron que era cocaína.
Antonio está libre, y ojala haya tenido chance de comerse sus tamalitos, pero varios grupos de defensa de los derechos de los inmigrantes exigen que el sheriff Van Duncan se disculpe por la arbitrariedad cometida.
La Lana y el Racismo
En otro caso que a mi me suena absurdo, el veterinario mexicano José Alberto Hernández fue arrestado en su trabajo, la Sociedad Humana de Laguna Madre, en Texas, uno de esos grupos que se encarga de cuidar a las mascotas abandonadas y dar servicios veterinarios gratuitos a los dueños pobre de gatos y perros.
La falta cometida por Hernández es haber operado un par de animales mientras la veterinaria de planta estaba ausente por maternidad.
El jefe de policía acusó a Hernández de practicar su profesión sin tener licencia en Estados Unidos. “Estaba operando animales. Después de arrestarlo comprobamos que no tiene licencia y no está certificado por el estado de Texas”.
Lo peor de todo es la reacción a la noticia. De manera anónima, alguien escribe como comentario en Internet: “Un mexicano se presenta con una supuesta licencia mexicana de veterinario y el condado lo contrata aunque la licencia no sea válida en Estados Unidos. Y no solamente hace operaciones, sino que prescribe medicinas, para lo cual se requiere una licencia de la DEA (Administración de Cumplimiento de Drogas ó medicinas), que tampoco tiene porque no tiene licencia para practicar en Estados Unidos. ¡Qué mierda!”.
Evidentemente, el indignado comentario va mucho más allá de lo que aparenta. Primero, señala la nacionalidad del acusado. Pudiendo decir “una persona”, remarca “un mexicano”. Luego, duda de la validez de su documento profesional diciendo “una supuesta licencia”. Después remarca que hay un doble delito, no solamente operar sino “prescribir medicinas”. Y de remate, implica que era empleado municipal, lo cual es falso pero le agrega peso a sus argumentos.
En el fondo, ambos arrestos son absurdos. En el primer caso, por la sospecha de que un mexicano lleva un kilo de cocaína en un paquete de harina para tamales, junto al queso michoacano y los camarones. En el segundo, porque los estudios para los títulos profesionales mexicanos cuestan muy poco comparados con los gringos, y eso lleva a que no sean reconocidos de este lado, porque acabarían con el ultramillonario negocio de la “educación”.
A mi se me hace que el conocimiento es el conocimiento, con licencia o sin licencia, en inglés o en español, y para el caso, los pacientes de Hernández no creo que disputen sus procedimientos. Y después de operados necesitan medicinas.
Pero en vez de discutir esto en Internet, los gringos se lanzan a ataques sospechosistas y racistas. Eso, yo creo, causa más daño que operar un perro y dos gatos. Eso daña a toda nuestra comunidad inmigrante.
Contacto Jorge Mújica Murias at mexicodelnorte@yahoo.com.mx