Una Carta Abierta a California

De Mark G. Yudof, presidente de la Universidad de California

La Universidad de California se gestó en el período subsiguiente a la Fiebre del Oro, y desde entonces los destinos del estado y de la universidad han estado entrelazados. Ninguno de los dos sería el mismo sin el otro. La universidad es ambos creación y catalista del espíritu singular de California de mirar hacia adelante.

Debido a esta relación simbiótica, todos los californianos tienen motivos para cerciorarse de que este sistema de campus dedicados a las investigaciones de primer orden, de centros médicos y de laboratorios nacionales se mantengan en curso, al servicio de las generaciones venideras de californianos tal como ha sido para sus predecesores.

En tal sentido, escribo hoy para hacerles saber a los californianos acerca de las realidades fiscales que encara la universidad, y también acerca de algunas recomendaciones que tengo la intención de plantear la semana que viene a nuestra Junta de Regentes gobernante. Primero, sin embargo, quisiera darles algunos antecedentes.

A mi llegada a la universidad hace dos años y medio, se cernía sobre el horizonte una confluencia de retos. Algunos eran inmediatos e imprevisibles, de ellos el más obvio era el colapso agudo en el otoño del 2008 de la ya tambaleante economía nacional y estatal. Otros desafíos se ocultaban bajo la bien merecida reputación de la universidad en pos de la excelencia, una reputación barnizada y protegida por la dedicación de generaciones de facultad, personal y antiguos alumnos.

Nuestros programas de pensión y de salud para retirados quedaron expuestos a deudas sin financiar a tenor de miles de millones de dólares. Un ciclo de 20 años de subfinanciamiento estatal había debilitado nuestros cimientos financieros. La cultura administrativa se hallaba malamente necesitada de modernización y transparencia, y el nivel de paga para la facultad y el personal se había dejado caer a la zaga del de sus homólogos.

En breve, había mucho por hacer en varios frentes, y en muchos casos había poco tiempo que perder. La primera tarea fue cerrar una brecha inmediata de $1,000 millones en nuestro presupuesto, creada por los recortes al apoyo estatal. Esto conllevó a aumentos de las colegiaturas, ausencias con licencia, cesantías y cortes de programas. Pensando a largo plazo, empezamos a remplazar las prácticas comerciales antiguas con métodos más nuevos, más eficientes y más transparentes. Empezamos a movernos hacia una reforma de pensiones. Esto no era, ni es, lo más acertado para nadie que pretenda ganar un certamen de popularidad, pero así ha tenido que ser. Mi única finalidad ha sido proteger la excelencia.

Se ha logrado un progreso sólido; nos hemos involucrado, por ejemplo, en una campaña para ahorrar $500 millones en gastos administrativos, iniciando una serie de medidas prácticas para aumentar la eficiencia, que debieron implantarse mucho antes. Esto significa dinero que se aplicará a nuestra misión primordial de servir al estudiantado. También hemos conseguido aliados políticos en Sacramento, donde el presupuesto estatal más reciente no arrojó todo lo que pretendíamos, pero al menos nos repuso la mitad de los cortes hechos el año anterior.

Aún así, la economía sigue atascada y los fondos estatales se han quedado al menos $1,000 millones por debajo de nuestras necesidades. La realidad es que debe hacerse mucho más para que la universidad pueda cumplir su promesa a California. En este contexto es que hoy presento propuestas separadas para reformar nuestro programa de beneficios post-empleo, de elevar las colegiaturas para los estudiantes de licenciatura en el año fiscal 2011-12 y a la vez ampliar el alcance de nuestros programas de ayuda financiera a un círculo más amplio de californianos que califiquen.

Por favor, permítanme darles un breve vistazo general.

La Universidad de California encara una deuda sin financiar de $21,000 millones en sus programas de pensión y salud para retirados. Durante 20 años la universidad, sus empleados y el estado se vieron libres de hacer contribuciones a lo que en todo sentido es un espléndido programa de beneficios definidos. Eso tenía que terminar. Si se permitiera continuar a esas tendencias actuales, en unos años la universidad tendría que pagar más para cumplir sus obligaciones de beneficios que para educar a los estudiantes.

Tras extensas consultas con la facultad y el personal, me he decidido por un enfoque de dos partes. Los empleados actuales y la universidad han comenzado conjuntamente a contribuir más al plan de retiro, pero al hacerlo no sufren una reducción de beneficios. A los empleados contratados después del 1º de julio del 2013, se les ofrecerá un plan de beneficios módicamente reducidos, pero que les costará un 20 por ciento menos que el programa de pensión actual.

Confío en que estas reformas dejarán a la universidad unos planes de pensión y de salud justos, económicamente sostenibles y aun lo bastante atractivos para reclutar y retener la facultad y el personal de calidad que son el corazón palpitante de un gran sistema universitario.

En cuanto al aumento de las colegiaturas, nuestra propuesta es la de elevar en toda la extensión del sistema las cuotas mandatorias para todos los estudiantes en un 8 por ciento, es decir $822, para el año fiscal 2011-12. Un tercio de todo el dinero recaudado se dedicará a la ayuda financiera, dejando así una infusión neta de unos $116 millones. Este ingreso añadido pondrá a la universidad sobre una base que permitirá a los campus reinvertir en facultad, ampliar la oferta de asignaturas, mejorar el apoyo académico y en general empezar a recuperar el terreno que se perdió el año pasado debido a la crisis. Asegurará los recursos necesarios para mantener la excelencia.

Debe notarse que, en dinero contante, el apoyo estatal para el equivalente de cada estudiante a tiempo completo ha declinado apróximadamente a la mitad en las dos últimas décadas. En el año en curso, los estudiantes cubren mediante el costo de matrícula y cuotas el 41 por ciento del costo de su educación.

Si mantenemos la calidad en nuestros campus, y debemos hacerlo, el costo anual de $12,150 por concepto de matrícula y cuotas promedio de campus aún se compara favorablemenete con lo que cobran otras universidades públicas y en toda la gama de estudios superiores, por lo que la Universidad de California aún representará un valor considerable. Considere que seis de nuestros campus están incluidos en una asociación de las 60 principales universidades de investigaciones de todo el país.

No debe juzgarse a una universidad pública sólo por su nivel de matrícula, sino también por aquellos a quienes enseña y sirve. Dar oportunidades a estudiantes que lo merecen sean cuales fueren sus antecedentes socioeconómicos y nivel de ingresos es una parte crucial de nuestra misión como universidad pública, y nos estamos manteniendo en tal curso a pesar del clima fiscal. Cuatro de cada 10 de nuestros estudiantes provienen de familias con menos de $50,000 anuales de ingresos por vivienda. La mitad de ellos vienen de hogares en los que el inglés no es el idioma primario, y un tercio de ellos son los primeros de su familia en ir a college.

Y por ello me complazco también en anunciar una propuesta para elevar el tope de nuestro Plan de Oportunidad Azul y Dorado para incluir familias con ingresos por debajo de $80,000. Podemos hacer esto porque, como señalé antes, al seguir nuestra práctica estándar, un tercio de lo recaudado con el aumento de cuotas propuesto se aplicará a la ayuda financiera.

Esto significa que al proseguir adelante, los estudiantes de California con ingresos familiares por debajo de $80,000 – siempre que califiquen para recibir ayuda financiera – no pagarán ni un centavo por la matrícula. De acuerdo con las encuestas del Instituto de Normativas Públicas de California, más de dos tercios de todas las familias de California encuestadas declaran ingresos por vivienda de menos de $80,000. Con este nuevo tope, se puede prever que más de un tercio de nuestros 181,000 estudiantes de licenciatura quedarán cubiertos mediante Azul y Dorado. Es más, estoy proponiendo que ampliemos nuestro programa de ingresos medios para cubrir el monto total del aumento de la colegiatura por un año para los estudiantes de licenciatura necesitados de California, cuyos ingresos familiares por vivienda sean menos de $120,000. En resumen, hasta un 55 por ciento de nuestros estudiantes de licenciatura no tendrán que pagar el aumento de las colegiaturas.

La decisión en cuanto a todas estas propuestas, quedará finalmente en manos de la Junta de Regentes, pero yo creo que juntas representan medidas necesarias para mantener en curso a la Universidad de California, tanto en corto como a largo plazo. Valga aclarar. Éstas no serán las últimas decisiones difíciles que la universidad tendrá que enfrentar. Pero son pasos esenciales para salir de un hueco que se estuvo cavando durante mucho tiempo. Los californianos nunca deberán aceptar la idea de que su Universidad de California se despeñe hacia la mediocridad. Y mi trabajo, mi único trabajo, es el de cerciorarme que eso no ocurra.

Como ya he dicho, a todos los californianos les atañe este esfuerzo. California está cambiando. Un choque ingente de fuerzas irreversibles — demográficas, económicas, ambientales y sociales – pudiera llevarnos a un nuevo amanecer de progreso y prosperidad, reflejando otras transformaciones fundamentales que han ocurrido en la historia del estado.

O, mal entendida y mal manejada, esta convergencia de lo que son en realidad fuerzas globales pudiera dejar a California fracturada como estado – sin ánimo de unirse en torno a causas comunes, incapaz de generar innovación, incapaz de dar esperanza a aquellos en pos de una vida mejor y sin poder proteger el medio ambiente que ha sido esencial para la posición singular de California en el mundo.

Desde mi punto de vista reconocidamente parcial, la Universidad de California representa la mejor apuesta del estado para superar este cruce inevitable a un punto mejor. El papel de la Universidad como agente de la transformación en California se ha demostrado una y otra vez en los más de 140 años de historia compartida.

Es y siempre ha sido más que la Universidad de California. La universidad también es de por sí algo de mayor importancia para California. Y mi única finalidad hoy y todos los días en que sirvo a esta maravillosa institución de California es cerciorarme de que siga siendo así.

Gracias.

Mark G. Yudof
Presidente
Universidad de California

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