Incongruencia en Afganistán

Comentario:

Por Humberto Caspa, Ph.D.

 El presidente Barack Obama se encuentra en una encrucijada en torno al conflicto bélico y a la situación política en Afganistán.

 Que prosiga el gobierno corrupto de Hamid Karzai le conviene muy poco. Tampoco le ayuda una victoria de su contrincante, el ex ministro de Relaciones Exteriores Abdullah Abdullah. Dejar que las tropas estadounidenses abandonen la zona bélica es también algo inconcebible. Sólo dejaría el campo libre para que los talibaneses vuelvan a tomar las riendas del gobierno y reinicien otro proceso de terrorización en la región y en el mundo.

 Entonces, ¿qué es lo que hace falta en Afganistán. ¿Cuál es la política adecuada?

 La situación en Afganistán deja mucho que desear, pero algo se puede alcanzar si las políticas de Obama van a palmo con la realidad de ese país.

 Por una parte, existen impedimentos estruc-turales en la sociedad afgana que no le permiten alcanzar una democracia similar a la que se practica en los países occidentales o en la región latinoamericana.

 Nosotros, en América Latina, tenemos problemas, pero los afganos tienen problemas más serios. Una gran parte de su población, como los grupos minoritarios, especialmente las mujeres, viven en un estado de represión. Su cultura dominada por el machismo y el fundamentalismo religioso prohíbe a las mujeres a ejercer sus derechos electorales. Una mujer en edad madura o adolescente no puede mostrar su rostro en lugares públicos.

 Por otra parte, áreas extensas que colindan con Pakistán están dominadas por las fuerzas rebeldes del talibán. A pocas semanas de la nueva vuelta electoral, miembros del grupo Al-Qaeda y enemigos del actual gobierno volverán a intimidar a la población votante a no participar en las elecciones.

 Ante este cúmulo de situaciones negativas, la Administración Obama siente que es muy importante conseguir un gobierno afgano que sea legitimado por su población. Si este gobierno es del actual presidente Karzai o de Abdullah importa muy poco; lo importante es crear certidumbre y credibilidad.

 Una vez consolidado un gobierno repre-sentativo de las mayorías, el equipo de Obama tendrá que decidir si proseguir con una estrategia militar limitada a dar golpes esporádicos contra los guerrilleros talibaneses o encarar un asalto total, como se hizo durante el gobierno de George W. Bush a inicios de la contienda bélica.

 Lo más probable es que se elija una estrategia híbrida. Habrá un incremento de las fuerzas militares en la zona tal cómo lo solicitó el general Stanley A. McChrystal, comandante de las fuerzas militares en Afganistán –quiere 40,000 tropas adicionales. Empero, dudo que se prosiga con una invasión abierta en las zonas dominadas por los talibanes.

 Asimismo, se incrementarán los ataques furtivos en bastiones talibaneses o zonas ocupadas por sus líderes. El objetivo de la nueva estrategia será debilitar el liderazgo del enemigo.

 Sin embargo, la situación en Afganistán sigue plagada de incertidumbre. Al gobierno de Obama por lo menos le gustaría reiniciar una estrategia bélica en un terreno estable, “democrático”, fortalecido por un gobierno afgano reconocido por la mayoría de su gente.

 Cómo dice un dicho: “caminando despacito se llega lejos”. Lo triste es que la población norteamericana está acostumbrada a dar pasos largos y no le gustan las guerras prolongadas. La situación en Afganistán sigue como antes, insostenible y difícil.

Humberto Caspa, Ph.D., es profesor universitario. E-mail: hcletters@yahoo.com.

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