México del Norte
Por Jorge Mújica Murias
Inteligente como había de ser, pero además con la característica de los niños que nacieron con un microchip y un aparato electrónico en la mano, mi sobrino Andoni jugaba de chavalo a “pausar” a la gente con un imaginario control remoto de televisión. Era divertido (por lo menos para él), congelar a la gente y dejarla con la palabra en la boca.
Pero era un juego de niños, y los políticos no debían hacerlo. No solamente se ve mal, sino que puede costar mucho. Puede costar confianza y puede costar votos.
Pero Harry Reid, líder de la mayoría Demócrata en el Senado lo acaba de hacer.
Invitado a una manifestación a favor de la inmigración en Las vegas, su estado, y a media campaña electoral, Reid se aventó el puntacho de decir que “vamos a aprobar la reforma migratoria igual que aprobamos la reforma de salud”. La sorpresa de los convocantes a la marcha fue mayúscula, y la de otros políticos en todo el país también.
En un discurso brevísimo pero obviamente alentador, Reid delineó su idea de reforma, combinando la legalización de los inmigrantes indocumentados y la protección de las fronteras. Sin embargo, nada alentadora es su idea de legalización. Habría, dijo Reid, que “pagar multas, trabajar (voluntariamente para `merecer’ la legalización), no meterse en problemas legales, pagar impuestos y aprender inglés”. De remate, Reid señaló que “Esto es acerca de los trabajos. Es acerca de regresar a la gente a los centros de trabajo, de poner nuestra economía en buen camino y ayudarla a crecer”.
Esa fue la única frase buena del discurso, desde mi punto de vista, porque relaciona la inmigración con la economía y no con la seguridad nacional, aunque contradice la parte de la seguridad fronteriza, pero así son los políticos.
Al mismo tiempo en Chicago, el segundo a bordo del Senado, Dick Durbin, hizo eco del compromiso de Reid. Durbin alabó el empuje de Barack Obama para aprobar la reforma de salud, y dijo que “Necesitamos la misma determinación y el mismo compromiso para aprobar la reforma migratoria este año”.
Como quiera que sea, a la mejor curándose en salud, ambos dos políticos agregaron que “necesitamos a los Republicanos para aprobar la reforma”.
Que no…
Y el jueguito de la pausa surgió dos días después. En un desayuno privado de los senadores Demócratas con la prensa, Reid declaró que “No vamos a llegar a la reforma migratoria este año”.
A las pocas horas todos comenzaron un nuevo jueguito, ese de que “lo que quiso decir fue que…” Su vocero Jim Manley declaró que “Una vez que tengamos una iniciativa en el Senado, esperamos debatirla tan rápidamente como sea posible”. La explicación agrega que Reid “nunca quiso decir que la reforma sería inmediata, sino que los Demócratas están trabajando en una iniciativa”.
El jueguito continuó al otro día, con otro vocero que también explicó que “lo que quiso decir es que…”. José Dante Parra, también vocero de Reid, declaró a la prensa que “El Senador Reid ha sido constante en su deseo de aprobar una reforma migratoria que sea firme, justa y práctica. Al principio de este Congreso, el Sen. Reid incluyó la reforma migratoria entre las prioridades principales del Senado, y lo sigue siendo. Esta reforma debe incluir una protección firme y efectiva de ambas fronteras; debe requerir que los inmigrantes ilegalmente en el país se registren con el gobierno, aprendan inglés, paguen impuestos, tengan un pasado judicial limpio y pasen al final de la fila para lograr la legalización. La reforma también debe castigar a los empleadores inescrupulosos quienes abusan de los inmigrantes y socavan los salarios de los trabajadores estadounidenses”.
De pilón, agregó que “Su compromiso permanece igual de firme hoy así como lo estuvo el sábado, en enero del año pasado y a lo largo de varios años cuando en varias ocasiones asumió la tarea de arreglar nuestro sistema averiado. Que quede claro que apenas reciba una propuesta de los Senadores Schumer y Graham, el Sen. Reid llevará la reforma migratoria al pleno del Senado para que sea debatida”.
No se quién le jaló las orejas por decir primero que si y quién se las jaló después por decir que no, pero todo el jueguito me deja un pésimo sabor de boca.
Jugar a la “pausa” estaba bien para un niño, pero no para Reid. La bronca es que en ese juego siguen cayendo los que siguen invitando a estos políticos a los eventos migratorios. Yo solo espero que la comunidad, los inmigrantes, se canse de una vez por todas de que estén jugando con ella, y que obligue a forzar una migratoria. O como dice el lema de las marchas, “¡Que si, que no, que cómo chin…dos no”!
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