Una América Para Todos

México del Norte
Por Jorge Mújica Murias

“La idea de que un niño que fué traído aquí cuando tenía dos o tres años y puede ser deportado a los 20 ó 25 aunque haya crecido como ‘americano’ no refleja lo que realmente somos; ése no es el espíritu de lo que representó la marcha a Selma”. Son palabras bonitas cuyo autor, Barack Obama, pronunció al conmemorarse los 50 años de la histórica marcha de 25 mil afroamericanos dirigidos por Martin Luther King a la ciudad de Selma, en Alabama.

De nuevo: “Deportar inmigrantes ilegales que vinieron de niños viola el espíritu del movimiento de los derechos civiles”, dijo Obama.

La referencia a la inmigración viene al caso, aparentemente, como respuesta a la decisión idiotica de un juez texano de no permitir la entrada en efecto de DAPA, la deportación diferida para los padres de niños estadounidenses, y de DACA extendido, la deportación diferida para indocumentados “dreamers”.

Y le siguió: “Cuando pensamos acerca del principio que motivó aquel día (el de la marcha de Montgomery a Selma hace 50 años), y los que siguieron en el puente Edmund Pettus, era el de la promesa de una América inclusiva, la promesa de una América donde todos somos iguales ante la ley. Ese es el legado del que podemos enorgullecernos, pero tenemos que entender de qué se trataba, no solamente de una raza, sino de todos nosotros como americanos”. Y aclaro que uso “americanos” en el sentido gringo, que sigue ignorando que América es un continente, no un país…

Excepto Para Algunos

Se oye bonito, sin duda.

Pero la realidad es otra. El mismo día en que Obama se llenaba la boca con sabor a inclusividad y derechos humanos, se publicaron las estadísticas federales del destino de 7 mil de los niños centroamericanos que brincaron a la fama el verano pasado por haberse brincado la barda para llegar al país de la inclusividad.

Han sido deportados. Así nomás, deportados, y sin haber tenido el chance de pelear por sus casos en las Cortes.

Con exactitud exacta, la Migra dictó órdenes de deportación contra 7 mil 706 niños, por no haberse presentado en Corte el día que tenían su audiencia. Si sabían o nó de su audiencia es un misterio para las mismas autoridades.

“Lo que comenzó como una crisis de la frontera, ahora es una crisis de procesos judiciales” dice Wendy Young, presidenta de “Niños con Necesidad de Defenderse” (Kids in Need of Defense), una de las pocas organizaciones que pudieron entrar a los campos de refugiados el año pasado. Al parecer, a muchos de los niños se les citó a comparecer en la Corte donde los habían detenido, no en donde están actualmente residiendo.

En total, el gobierno pidió la deportación de 62 mil 363 menores de edad entre octubre de 2013 y enero de este año, según datos federales analizados por el Almacén de Acceso a Archivos Trans Seccionales de la Universidad de Siracusa.

Por sistema, si una persona no se presenta a una audiencia de inmigración, los jueces lo descalifican y emiten una orden inmediata de deportación. Los abogados han tratado de evitarlo, pidiéndole a los jueces que revisen cada caso y no lo hagan automáticamente, especialmente en los casos de los niños de honduras y El Salvador que llegaron a la frontera diciendo que huían de la violencia en sus países de origen.

Las peticiones, además, son una respuesta a la política de acelerar las audiencias por parte de la administración de Obama, que ordenó a la Migra hacerlas a más tardar en 21 días para “aliviar la crisis de la frontera”.

Es simplemente otro caso de decir una cosa y hacer otra por parte de un político.

Pero es un caso más cínico. La idea es deportar a los niños que llegan ahora pero “proteger” a los que “llegaron de niños y crecieron aquí”. No es inclusiva, sino exclusiva, excluye a los que nos son “americanos”. Vuelve a jugar con la vieja idea del “melting pot”, ese caldero mitológico donde todos los inmigrantes se mezclaban para hacerse “americanos”. Es no respetar las tradiciones, la cultura original de los inmigrantes. Es la idea de que hay que olvidar, por ejemplo, el español y hablar puro inglés, y de paso meterse al ejército, como en el caso de los “dreamers”.

Es racismo velado, lo mismo contra lo que Martin Luther King peleaba hace 50 años, y que ahora, en el caso de los inmigrantes, solo sirve para hacer un buen discurso presidencial.

Jorge Mújica Murias jmujicam@gmail.com