Comentario:
Por Maribel Hastings
Siempre disfruto salir de la “burbuja” washingtoniana para conversar con inmigrantes y votantes latinos y, de ese modo, conocer de primera mano sus impresiones sobre los desarrollos electorales y lo que pasa o no pasa con la reforma migratoria, así como las acciones ejecutivas migratorias de 2014.
Visité Los Ángeles el martes 19 de mayo, a fin de estar en el Día de Acción Nacional para presionar por la implementación de la Acción Diferida para Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes (DAPA), que habría entrado en vigor ese día, y de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA ampliado) que habría entrado en vigor el 18 de febrero, pero que fue bloqueado por el juez federal de distrito en Brownsville, Texas, Andrew Hanen, a horas de implementarse.
Vi mucha determinación de seguir defendiendo las acciones ejecutivas que supondrían un respiro al limbo migratorio de millones al darles un permiso de trabajo y protegerlos de la deportación. Algunos califican las acciones de “parche” y son una solución temporal; pero quienes se han beneficiado del DACA 2012 pueden dar fe de lo que esa solución temporal puede significar en sus vidas: la posibilidad de respirar sin pensar que de un momento a otro puedan ser deportados; la posibilidad de trabajar y mejorar la situación económica de sus familias y, en consecuencia, de sus comunidades y del país.
En el 2013 el Senado aprobó un proyecto bipartidista de reforma amplia con vía a la ciudadanía, no perfecto e impulsado por el ahora aspirante a la nominación presidencial republicana, Marco Rubio. La medida tuvo una larga agonía en la Cámara Baja de mayoría republicana, cuyo liderazgo rehusó someterla a votación porque habría sido aprobada por una mayoría demócrata y un puñado de republicanos. El proyecto finalmente pereció en el pasado Congreso. Obviamente la solución permanente al desastre migratorio se logrará por la vía legislativa, pero para eso se requiere voluntad política que la Cámara Baja no evidenció.
Y sí, el presidente Barack Obama tuvo un Congreso demócrata entre enero de 2009 y enero de 2011 y no impulsó la reforma migratoria. Siempre lo señalo. También sé que para atraer apoyo republicano a esa reforma, la administración Obama evidenció mano dura y deportó a más de dos millones de inmigrantes, no únicamente delincuentes, sino padres y madres de familia, y para los republicanos nada fue ni será suficiente. La culpa de la falta de reforma es compartida, pero entre 2013 y 2014 hubo una oportunidad de avance y los republicanos de la Cámara Baja la desecharon.
En Los Ángeles también vi la frustración de los inmigrantes y de los votantes por la falta de reforma migratoria y porque no hayan podido implementarse las acciones ejecutivas de 2014. El limbo no sólo afecta a los indocumentados, sino a los 5 millones niños y jóvenes ciudadanos estadounidenses con uno o ambos padres indocumentados. Una inmigrante sin papeles, Nancy, lo resumió perfectamente: “Si uno vive en la oscuridad, nuestros hijos también aunque sean ciudadanos”.
También vi materializarse lo que dicen muchos sondeos en torno a la influencia de los indocumentados sobre algunos votantes latinos. Nancy culpó a los republicanos de que las acciones ejecutivas no hayan podido implementarse y afirmó que en la próxima elección presidencial no ganará un republicano: “si por mí queda”. “Yo no voto, pero saco gente a votar”.
Y también platiqué con una muestra de ese 63% de votantes latinos que según la firma encuestadora Latino Decisions conoce personalmente a algún indocumentado, ya sea familiar o amigo, y el manejo que los políticos den al tema migratorio determinan cómo y por quién votan. “Estoy abierta al bando que responda mejor a mis intereses. El candidato que apoye DAPA y DACA y la reforma migratoria será por quien me incline”, indicó Diana Bucio, una votante de 26 años de edad.
Desde 2008, al asumir posturas extremistas, el Partido Republicano tiró la toalla colocando a ese voto latino en bandeja de plata a los demócratas.
Consciente de eso, la aspirante a la nominación demócrata, Hillary Clinton, ya está diciendo todo lo que se supone que diga y haciendo todo lo que se supone que haga para mantener el apoyo latino en la columna demócrata. Ya sus estrategas determinarán cómo atraer a los electores que no vean con buenos ojos las posturas migratorias de Clinton.
El bando republicano, con 15 personas entre aspirantes declarados y no declarados, danza torpemente y quizá de manera tardía hacia la búsqueda del voto latino si el proceso de elecciones primarias republicanas prueba ser largo y tortuoso.
Queda por ver si el Partido Republicano permite la nominación de una figura capaz de probar lo que dicen los sondeos: que los electores hispanos están abiertos a candidatos republicanos que apelen a sus intereses. Una tarea difícil, hasta ahora, pero que sería bienvenida en cada ciclo electoral: una pelea saludable por el voto latino que suponga en algún momento la atención real a los intereses de nuestra comunidad más allá de frasecitas trilladas y huecas promesas.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice