Por León Bravo 

Para mantenerlo contento y aplacado, al pueblo hay que darle circo.

Los emperadores del antiguo imperio romano fueron los que más se distinguieron por ejecutar la anterior premisa al pie de la letra.

Cuando los conflictos sociales, políticos, y económicos empeoraban, el César abría las puertas del Coliseo para que los desempleados, los explotados, los desafortunados, los pobres y los miserables, olvidarán sus penas presenciando  cruentas luchas entre gladiadores.