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<p> —Pssst. ¡Eh, tú! Sí, tu. ¿Te has preguntado alguna vez si Dios te llama al sacerdocio o a la vida consagrada?</p>
<p> —¿A quién, a mí?</p>
<p> — Sí, a ti.</p>
<p> —No, eso no es para mí.</p>
<p> —Tienes, razón. Ser sacerdote o religiosa no es para uno mismo, es vivir para los demás.</p>
<p> —¿Cómo? No te entiendo.</p>
<p> —Ven y verás…</p>
<p> ¿Aceptarías tal invitación? Un grupo de pescadores lo hizo hace muchos años. Como también lo hicieron las hermanas de Lázaro, Marta y María, y María Magdalena; Agustín y Francisco de Asís; Teresa de Ávila y Rosa de Lima; Teresa de Calcuta, y Damián de Molokai; Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger; el párroco de mi pueblo y la hermanita que cuida a los enfermos en el asilo de ancianos; una joven abogada y un arquitecto con futuro prometedor; un joven internauta y un piscador de fresas y uva en California.</p>
<p> El Señor pone su orilla donde quiere. Desde ella continúa llamando a hombres y mujeres de hoy a seguirle de forma radical, con entrega total, para alimentar a sus ovejas predicando la Buena Nueva de palabra y de obra.</p>
<p> El Señor invita pero se necesita una comunidad entera para “promover y cuidar” las vocaciones. En su mensaje para la reciente Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el papa Benedicto XVI dijo: “Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por «otras voces» y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda la comunidad cristiana, todo fiel debería asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir «sí» a Dios y a la Iglesia”.</p>
<p> Este llamado tiene especial urgencia en la comunidad latina.</p>
<p> La encuesta anual a seminaristas que están por ordenarse — comisionada por el Secretariado para el Clero, la Vida Consagrada y las Vocaciones de la Conferencia episcopal estadounidense y realizada por CARA— muestra que aunque ha crecido el número de vocaciones hispanas al sacerdocio, éstas sin embargo no han aumentado en proporción al total de la población hispana católica en el país.</p>
<p> Debemos explorar las verdaderas causas de la carencia de vocaciones en la comunidad hispana, ver más allá de los clichés. Examinar las causas superficiales así como las causas profundas, que no se ven tanto pero a menudo influyen más. La ignorancia de estas últimas impide con frecuencia a seminarios y a órdenes religiosas llegar con efectividad a esta comunidad.</p>
<p> Por ejemplo, el estatus migratorio puede ser un problema para algunos. Pero pecamos de falta de imaginación y celo misionero si ignoramos el hecho de que más del 50 por ciento de los católicos menores de 18 años en esta país son latinos, la gran mayoría de ellos nacidos aquí. Nuestra pastoral con adolescentes latinos está a años luz del esfuerzo que hemos puesto, por ejemplo, en los jóvenes adultos inmigrantes. En esa edad clave para plantearles cuestiones acerca de la vocación, ¿quién se ocupa de ver qué les preocupa, qué les llama la atención, cómo les afecta su situación familiar, etc.? ¿Quién se preocupa de transmitirles ideales y la noble vocación del servicio frente a un mundo que les invita constantemente al hedonismo, al éxito individual y a la distracción?</p>
<p> Las oficinas de vocaciones y los seminarios en EE.UU. hasta ahora no han sabido o querido llegar a las familias hispanas. Ese es un lujo que ya no podemos permitirnos. Los directores vocacionales deben conocer a las familias, hacerse presentes en la comunidad, compartir la mesa con nosotros, entender la realidad de nuestros jóvenes y plantear una pastoral vocacional que hable a esa realidad.</p>
<p> Se necesita una pastoral que sepa , <em>promover </em>y <em>retener</em> las vocaciones hispanas. Seminarios que proyecten una apertura a la diversidad cultural en sus filas y en sus programas formativos serán de ayuda, particularmente en la tarea siempre difícil de retener las vocaciones. También para el hombre hispano, generalmente más orientado hacia la comunidad, la perspectiva del “sacerdote solitario” puede ser una causa de desánimo importante. Los latinos ponemos tanto énfasis en el servicio y la comunidad como en la oración y el aprendizaje intelectual. Así, un “sacerdote conectado” que se relaciona con otros al tiempo que mantiene su celibato supone una opción mucho más saludable y atractiva. </p>
<p> Por supuesto, ninguno de esos esfuerzos dará fruto si primero, en las familias y en las comunidades parroquiales, no enviamos el mensaje a nuestros jóvenes (y a aquellos no tan jóvenes que descubren una vocación tardía) que la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es algo deseable, apreciado y respetado en nuestra comunidad. Desgraciadamente, a veces los padres somos la principal barrera entre nuestros hijos y una vocación religiosa. Nos parece bien lo del seminario o el convento mientras se trate del hijo/a del vecino…</p>
<p> En fin, se me acaba el espacio aunque no las ideas.</p>
<p> Envía, Señor, operarios a tu viña. Y a nosotros, danos creatividad y santa imaginación para identificar, animar y apoyar a todos aquellos en nuestro medio a quienes has concedido una vocación sacerdotal o religiosa.</p>
<p><em>Mar Muñoz-Visoso es sub-directora de prensa y medios de comunicación en la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.</em></p>