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<p> Al partir del aeródromo de Cuatro Vientos, cerca de Madrid, terminada ya la Misa final de la Jornada Mundial de la Juventud 2011, los efectos de varios días de un intenso calor castellano, de permanecer de pie durante horas rodeada de multitudes y, en general, la falta de sueño, empezaron a notarse. Estaba agotada. Sin embargo, una inexplicable sensación de esperanza me embargaba.</p>
<p> El día anterior, sobrepasando todas las predicciones, una multitud ingente (1,5 millones de personas según cifras oficiales) llenaba hasta la bandera, bajo un sol de justicia, un perímetro equivalente a 48 estadios de fútbol más un campo aledaño destinado a acomodar a quienes no cupieron. Había tanta gente que la policía tuvo que cerrar los accesos. “No cabe ni un alfiler” me dijo uno de los agentes.</p>
<p> Al desfilar de regreso, vimos que algunos vecinos en apartamentos y viviendas cercanas tenían mangueras de agua corriendo desde las ventanas o por detrás de las vallas para dar un descanso a los peregrinos y permitirles rellenar sus recipientes.</p>
<p> Dos de estas almas caritativas eran una niña pequeña y su abuelo. Me acerqué a la pequeña y le pedí que me echara agua sobre la cabeza. ¡Qué bendición! Les di las gracias con un tradicional “Dios se lo pague”, a lo que el hombre contestó: “No hay nada que pagar. Vuestra presencia aquí es suficiente. Gracias por venir”.</p>
<p> Su respuesta me recordó una anécdota que había escuchado unos días antes. Un señor había compartido su testimonio en una de las sesiones catequéticas con los jóvenes: “Quiero deciros que nunca os avergoncéis de vuestra fe. Yo me avergoncé de la mía y la escondí durante años. Lo hicieron algo político…Vuestra presencia me ha animado a no tener miedo”.</p>
<p> También, el día de la llegada del Papa a Madrid, me encontraba a menos de 100 metros de la Nunciatura Apostólica, junto a un grupo de chicas de Boston, Milwaukee y Ohio. Habían aprendido una frase en español y la repetían una y otra vez mientras ondeaban la bandera estadounidense: “¡Esta es la juventud del Papa! ¡Esta es la juventud del Papa!” Una señora bastante mayor, con ganas de fiesta y gran sentido del humor, se les acercó y señalando hacia sí misma comenzó a cantar con ellas: “¡Esta es la juventud del Papa! ¡Esta es la juventud del Papa!” No pude evitar el sonreír.</p>
<p> En otra ocasión, paseábamos por las céntricas calles de Madrid cuando un compañero señaló hacia un balcón que tenía la insignia papal y dijo: “En otros tiempos la mayoría de los balcones hubiera desplegado una bandera o una foto del Papa”. A lo que yo respondí “Es un país diferente, pero tengo la esperanza de que al ver a todos estos jóvenes católicos llegados de todo el mundo, tan llenos de energía y orgullosos de su fe, muchos se den cuenta y digan: “Oye, nosotros solíamos ser así”, y que eso les lleve a reflexionar y a redescubrir descubrir sus raíces cristianas.”</p>
<p> El Papa dio a los jóvenes importantes mensajes en España. Todos ellos pueden encontrarse en la página Web del Vaticano (<a href="http://www.vatican.va">www.vatican.va</a>). Les dijo que no dejaran que nada ni nadie les quitara la paz; que no se avergüencen de Cristo; que permanezcan firmes en la fe; que no se puede ser católico al margen de la comunidad de los creyentes. También les animó a conocer a Cristo de manera personal, a orar frecuentemente con la Palabra de Dios y a construir su vida sobre roca firme; a buscar la “verdad si adjetivos” y a no pasar de largo ante el sufrimiento humano.</p>
<p> “Vuestros amigos querrán saber qué es lo que ha cambiado en vosotros después de haber estado en esta noble Villa con el Papa y cientos de miles de jóvenes de todo el orbe: ¿Qué vais a decirles?, preguntó el Papa al finalizar la misa. “Os invito a que deis un audaz testimonio de vida cristiana ante los demás. Así seréis fermento de nuevos cristianos y haréis que la Iglesia despunte con pujanza en el corazón de muchos”. Y también dijo: “Confío a todos los aquí presentes este gran cometido: Llevad el conocimiento y el amor de Cristo por todo el mundo. Él quiere que seáis sus apóstoles en el siglo veintiuno y los mensajeros de su alegría. ¡No lo defraudéis!”</p>
<p> Al volver la vista atrás, espero que, como María, sepamos guardar y meditar en nuestro corazón todo cuanto vimos y oímos. El como nuestra asistencia a la JMJ nos afectará a cada uno y a aquellos a quienes nosotros demos testimonio dependerá de la respuesta generosa de cada corazón.</p>
<p> Sin embargo, le pido a Dios que me conceda la oportunidad de ver el efecto a largo plazo que la JMJ tendrá en el país anfitrión y en el resto del Viejo Continente. Hasta donde alcanza la vista, parece que la Nueva Evangelización de Europa ha comenzado con un gol de ventaja para los de casa para deleite del Santo Padre. ¡Buen trabajo España! ¡Muchas gracias, jóvenes católicos de todo el mundo!</p>
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